Efímeramente
pasó por su ciudad natal uno de los más importantes escritores nacionales,
Oswaldo Reynoso. Buscó refrescar pensamientos y recordar experiencias con
antiguos conocidos. Como resultado de su peregrinaje dejó particulares regalos
de lucidez y enseñanzas dirigidas, especialmente, a la juventud ávida de gustar
los sabores y saberes de la palabra, la anécdota y la vida inteligente
apasionadamente llevada.
Fue una reconfortante entrevista la que
nos concedió este hombre de certeras respuestas, dispuesto a esclarecer
amablemente los aspectos que más resaltan de su obra, así como también a
precisar algunas inquietudes que pesan sobre la actualidad intelectual. Tuvimos
la suerte de aprovechar su visita y brindarle al público arequipeño las
apreciaciones de un inigualable representante de las letras nacionales.
¿Por
qué su interés literario en la realidad de la adolescencia?
En la literatura peruana hay la tradición
de trabajar con personajes jóvenes y, además, las mejores obras que se han
escrito sobre la adolescencia se elaboraron cuando los autores vivían esa edad.
Entonces son dos aspectos: las mejores producciones; y los personajes, surgen
de la inspiración juvenil. El primer caso es por el «complejo Rimbaud». Si uno
ve las antologías que se publican encontrará a muchos poetas que después de
algunos años ya no persisten, ni publican. Muchos de ellos fueron buenos
poetas, pero con el tiempo abandonaron las letras.
En lo que se refiere a la narrativa,
igual. Esto se debe a que en nuestro país la literatura no es una profesión, y
la persona que se dedica a escribir tiene que acudir a otras ocupaciones para
vivir, como la cátedra universitaria, gozar de rentas o conquistar prestigio
fuera del país. Esto explica el «complejo Rimbaud».
¿Y
sobre la juventud como personaje?
Se ha dado una explicación general: la
narrativa se hace a partir de vivencias. En América Latina todas las obras —con
excepción de Borges— hablan de una experiencia vital. Rulfo, García Márquez,
Vargas Llosa, parten de situaciones personales. Esto explicaría porqué la
mayoría de personajes de la literatura latinoamericana son jóvenes. En mi caso
he persistido en mi condición y vocación de escritor a lo largo de toda mi vida
y por eso, activé una cotidianeidad y práctica literaria. Los personajes que
aparecen en mis novelas parten de esta experiencia vital que se obtiene en la
adolescencia.
Además agregaría que hay dos épocas
críticas en la vida del ser humano: la juventud, donde el ser humano comienza a
sentir transformaciones en su organismo, y la vida y la sociedad lo obligan a
tomar decisiones trascendentales. El muchacho no llega a comprender lo que le
está pasando, por eso que los más conscientes, sensibles viven al borde del
abismo. Pero una vez que se alcanza estabilidad, hay cierta anulación y
aparentemente termina esa inestabilidad. Pero esto se rompe al enfrentarse a un
mundo desconocido cuando se pasa los 60 años. Aquí viene la otra crisis: «¿Qué
es lo que hice? ¿Cumplí todo lo que me propuse? Quiero seguir pero mi vida se
acorta...». Por una parte se adquirió sabiduría, pero a esa edad no sirve de
nada, por que ya se sufre la tiranía del cuerpo, las enfermedades. Esa crisis
fue muy bien expuesta por Goethe en Fausto.
¿Sobre
la crisis de la vejez no pensó escribir?
Los narradores estamos detrás de los
momentos cruciales, porque para llevar a la ficción a un personaje se tiene que
sufrir una situación crítica. No puede ser alguien cotidiano, anodino. Hay
literaturas que se abocan a estos personajes, pero los presentan en su estado
de desamparo frente al mundo, como la gran obra de Joyce. Pero ahí tiene un
sentido más profundo. Mas siempre se escoge la crisis.
Ahora, cuando escribí mi primer libro Los
inocentes, no tenía conocimiento de esta segunda crisis, sin embargo aparece un
personaje que es la contraparte de los jóvenes. Dentro de En octubre no hay
milagros, los personajes mayores sirven como complemento. Pero en mis dos
últimas obras: En búsqueda de Aladino, quien habla está por encima de los 60
años; y en Los eunucos inmortales también, donde se asoma la crisis de la
soledad. Por eso la literatura latinoamericana parte de lo vivido, no como la
europea, que parte de experiencias culturales.
Qué
le recomendaría a un joven que quiere escribir.
Tres cosas: en primer lugar leer, porque
la literatura es un proceso social. Es una búsqueda de técnicas, estructuras,
contenidos, entonces se tiene que conocer lo que otros anteriormente han hecho
para no hacer lo mismo. Es como tratar de inventar una bombilla y pasarse la
vida haciéndola, cuando ya fue creada. Segundo: escribir. Una persona debe
aprender a caminar caminando, un escritor debe aprender a escribir,
escribiendo. Muchos jóvenes dicen que primero van a leer y luego escribir,
cuando deberían estar intentándolo desde el inicio. Escribir es un oficio que
se modela y concibe con la práctica. Tercero: vivir. Tiene que atesorar y sumar
vivencias intensas para poder decir cosas valiosas. El escritor tiene que descubrir
estructuras, tiene que hallar la poesía de la palabra y sobre todo, la vida
misma.
¿A
qué lecturas o escritores recurre con frecuencia?
Depende de cómo me encuentre. A veces
releo El Quijote, Ulises, o En busca del tiempo perdido. Para mí la literatura es
un placer que va cambiando. Aprendí bastante de Cervantes, Joyce y Proust.
Recibí muchas influencias. Unas fueron pasivas, cuando se escribe como alguien
sin darse cuenta; otras fueron estéticas cuando se es consciente de los gustos
y se desarrolla algo más; y otra activa cuando el escritor intenta superar el
estilo que le influyó.
¿Y
la influencia de Jean Genet?
Sí, me influenció mucho. Sobre todo por
ser el primer escritor en usar la jerga en sentido literario. Sartre dice, en
un libro que escribió sobre Genet, que la jerga es uno de los lenguajes más
poéticos que existe. Y yo la empleo de una u otra forma en mis libros.
¿Alguna
vez estuvo seducido por escribir poesía?
Lo primero que publiqué fue poesía.
Escribía narrativa y poesía a la vez. Pero ahora escribo verso. En todas mis
obras me esmero por brindar un contenido poético. Por eso creo que sigo siendo
un poeta, en prosa. Ahora mismo, por ejemplo, estoy escribiendo, pero a veces
mis trabajos no configuran una novela. Ya tengo la estructura para una nueva
obra.
Usted
no publicó mucho en comparación con otros novelistas.
Eso depende del temperamento del
escritor. Hay los que tienen una gran fertilidad, publican todo lo que escriben
y atiborran con sus libros las librerías. En mi caso soy bastante meticuloso y
corrijo mis escritos. Además como ilustración, diré que sigo escribiendo en mi
máquina Olivetti desde hace 50 años —principalmente por la musicalidad y el
ritmo que oigo en el repique de las teclas.
Cómo
fue la anécdota de Los inocentes...
La obra tenía ese título y Scorza me dijo
que la iba a editar con la condición de cambiar el nombre a uno más comercial.
No acepté porque no encontraba uno de mi agrado. Me rechazó y en el último
momento «Lima en rock» llegó a mi cabeza. Le agradó y el libro se editó con ese
nombre.
Por
qué El escarabajo y el hombre es novela experimental.
La novela tiene tres bloques
aparentemente sin conexión. En el primero un joven habla en jerga con su
profesor. En el segundo se describe en lenguaje poético la vida de los escarabajos.
Y el otro es el dialogo de dos personajes en una carretera. La intención es que
a lo largo de la lectura estos tres bloques se iluminen mutuamente.
Sus
dos últimas novelas, luego del viaje a China, ¿admiten influencias orientales?
No tanto. Hay personajes chinos pero las
historias difieren porque es difícil captar su condición cultural. Ellos tienen
otra forma de ver el mundo. Se basan en preceptos absolutamente diferentes a
los que nosotros usamos. Yo trato en la novela de expresar eso, nada más.
En
sus cátedras, ¿ha encontrado futuros grandes novelistas?
Sí, es posible. Vislumbro gran
potencialidad en algunos estudiantes. Hay talleres que permiten ver cómo se
desarrollan los nuevos escritores, pero para mí estos son sólo rémoras, porque
los que enseñan simplemente explican términos, dan fórmulas; no hay relación
personal entre maestro y aprendiz. Hay quienes se guían por modas de análisis e
interpretaciones, yo no entiendo. Los escritores deben encontrar su estilo
propio a través de la lectura.
¿Hacia
dónde cree que va la literatura peruana?
Eso se ve por la realidad del país. En
los 10 años de la última dictadura los jóvenes escritores rechazaron toda
actividad política por temor. Un muchacho de 25 años no puede negar que siempre
estuvo en constante roce con la violencia. Desde pequeño vivió el terrorismo,
nació con el trauma de una guerra y cuando quiere escribir se ve influenciado
por el miedo, entonces produce una literatura intimista, individualista. Cuando
cae la dictadura ya se siente más libre de creación. Ahora hay facilidad de
expresión.
¿Cuál
es su ideología? ¿Se manifiesta en sus escritos?
Ahí hubo confusión. Una cosa es filiación
política y otra filiación ideológica. Yo no pertenezco a la primera. No soy de
ningún partido, pero sí tengo una ideología definida. Ser parte de un partido
político en cierta forma restringe la libertad y un escritor no debe carecerla.
¿No
le parece que omite muchos temas dentro de su literatura?
Antes se hablaba de la novela total donde
se tocan una infinidad de situaciones y personajes, pero yo no estoy dentro de
esa línea. Mis personajes no son numerosos ni mis temas. Son formas personales
de asumir la creación literaria.
¿Como
el intelectual debe de afrontar el devenir político y la coyuntura social?
Se mencionó mucho el compromiso del
escritor y se creyó que tenía que asumir una dirección política. El escritor
debe conservar independencia frente al poder político, debe estar alejado del
partido y del gobierno. Lo que no significa que se carezca de posición ideológica.
La mía es socialista, a favor de los pobres. Yo escribo para todos pero, para
mí, prefiero que los pobres me lean; por eso abarato los costos de mis libros.
¿Pretende
aleccionar a los pobres a través de su literatura?
No. Siempre se ha creído que cuando se
escribe para las clases económicamente bajas se les debe alcanzar un mensaje,
como si lo pobres no tuvieran derecho al goce estético. Todos necesitan cosas
bellas. Y los gobiernos que quieren hacer una política cultural deberían
administrar museos, bibliotecas, editoriales, conceder premios e incentivar.
¿Qué cultura pueden dirigir los actuales gobernantes si disminuyen los
presupuestos de esta?
¿Cuál
novela suya le agrada más?
Considero que solamente escribí una
novela con diferentes capítulos y personajes. Todo lo que escribí conforma una
sola obra.
¿Se
siente satisfecho con su producción y con lo que ha hecho hasta ahora de su
vida?
No me arrepiento absolutamente de nada de
lo que he escrito, ni de nada de lo que he vivido. Estoy listo para irme
directo al cielo. Y sé que me van a recibir, (risas).
Octubre,
2002.