Si
leer nos hace mejores, ¿por qué en Arequipa predomina la inquebrantable ley que
arrincona el valor de la lectura y desdice su prestigio? La literatura y los
escolares viven en permanente disputa, alimentando relaciones de indiferencia
acérrima o declarado desdén. A continuación, un acercamiento a los «figurados»
hábitos de lectura, envuelto en la acalorada visión de un excéntrico personaje.
En las faldas de tres peculiares y
dispares volcanes, a guisa de cuesta descansa, crece y ruge una ciudad,
construida con diáfanas rocas extraídas de canteras. Dizque en ella, los
párvulos se instruyen reflexivamente en las artes del pensamiento. No hay
pergamino escrito, por añejo que fuere, que no sea del familiar conocimiento de
todos sus pequeños lugareños.
¿No creéis Sancho que los hábitos de lectura,
sobre todo en los mozuelos de esta villa, se hallan tan desarrollados como las
fastuosas potrancas de Rocinante? ¡No, hombre!, no me refiero a las
vestimentas, desorientado compañero, sino al placer reconfortante que ofrece la
fantasía al recorrer las travesías de los heraldos, las hazañas de los héroes y
la continua lucha por la búsqueda de la libertad. Ruégote prestar atención a
mis lamentos.
Las juventudes que renuevan los laureles
del ayer, imposible se estén marchitando. La flor y nata de la cultura florece
como los campos fértiles en primavera, hay para rato. Los recién nacidos ya
leen, se encaminan casi por sí solos a inmensas casas de recreación e
instrucción, llamados colegios. Ahí su naturaleza los encamina por la
disciplina sin necesidad que otros se los indiquen a cada nada.
En lo antiguo, pocos gozaban la suerte de
ser educados, Sancho. Ahora que todos tienen facilidades a diestra y siniestra,
apurados y contentos se dirigen a sus centros, a gozar y moldear la literatura
nuestra de cada día. Fíjate montarás, qué dichosos y sonrientes leen en las
zonas verdes, extendidas por toda la campiña, en derredor del representativo
río de esta comarca. ¿Qué, Sancho? ¿No ves la extrema calma con la que atacan
sus textos? Cuánta parsimonia y quietud descansa en sus rostros concentrados;
al leer, casi ni se nota que intentan escapar de los copiosos mosquitos que por
la gran viña pululan. En los costados de este camino se han asentado tantos
ilustres colegios, ¡justamente para probar el nivel de concentración que
pudieren alcanzar! Eso se llama previsión.
Los libros de texto, obligatorios para
estudiar la literatura universal, latinoamericana o peruana, baratísimos se
encuentran en las librerías. Brindando sus páginas abiertas a los mejores
postores, ofrecen profundas y amplias visiones de todos los autores escritos
del planeta entero y a lo largo de toda la historia. Además estos comparten el
escenario con libros de verdad, escritos por sus propios autores. Suficiente
con un par cada seis meses; tal es la media. Aquí leen más que en mi natal
España, ¿será por el influjo del sillar, los volcanes o los periódicos
temblores?
Sancho, los jóvenes leen nuestras
vivencias en fragmentos. Qué felicidad embarga mis entrañas. Contemplad
nuestras apariencias y figuras entonces, amables lectores; en el capítulo
tantos tantos de nuestra aventura al pobre de Sancho sólo se le describe la
cabeza. Por eso la confusión de estos y aquellos, al creer que mi compañero
está hecho a medias. Oh, por tal ¡cuánta riqueza y variedad! La gente vive
distintas y mejores historias, a su modo de leer, partir y departir, compartir
y combatir.
Aunque son las que menos escriben, las
señoritas leen más que los muchachos. Los poemas y pequeñas narraciones son las
vías literarias por donde los jóvenes expresan sus sentimientos, (dolores y
caídas generalmente, pues a sus estados de alegría no los acompaña la
reflexión). Y figúrate, atolondrado amigo, lo difícil que es entrevistarse con
alguna zagala. Como ellas son las que siempre leen, devoran los libros casi
literalmente; sólo deben aderezarlos un poco, y ya está. Asombrarte sería una
nadería al verlas ávidas por culminar la lectura depositada accidentalmente en
los troncos de empinados árboles. Su voraz apetito me recuerda, no sé por qué,
la belleza de la tierna Dulcinea. Qué misteriosa relación habrá entre éstas. Y
más difícil es hallar a las maestras, ellas siempre estarán ocupadísimas
leyendo hasta antes del fin.
La televisión, el avance tecnológico,
Internet y los juegos de video, influyen en sus preferencias al momento de
acercarse a un libro. Lo que sea, con tal de tener un libro entre las manos.
Las opciones funestas hasta por los padres bienvenidas son. ¿Cuáles serán los
motivos que más los atraen? ¿Alguien controla sus lecturas, cuando estas se
dan? La mayoría de los mozuelos muestran, evidentemente, predilección por el
golpe. No me interpretes mal Sancho, me refiero a la violencia de la tecnología
actual. Se trata de buscarle algún relevo para el diablo o cosas así, siendo
valiente y temerario, luchando contra el roñoso carcelario, que atosiga a todos
los fanáticos lectores de la fantasía. Pues las aventuras son las más
favoritas, ve Sancho ¡con qué gozo consumen nuestras gestas! La acción en
nuestros textos está al máximo, como a los escolares les gusta, cumplimos con
los requerimientos de actualidad.
Zambullirse en la literatura es
considerado hoy casi una extravagancia. Y no va a ser, si en ella no hay que
hundirse. No. Simplemente hay que enlazarla lo justo hasta que nos abrace el
cuello, hasta que nos envuelva suavemente y quedemos felices frente al libre
albedrío de la soga. Los absurdos son cosa del medioevo. Rutas prácticas son el
estudio, la lectura y las letras. Mucho mejor si estas están escritas, pues
claro.
Y las escuelas brindan preparaciones
integrales, para nada exigentes; todo es tan armónico como los salmos amorosos
del juglar enamorado. La literatura en otros idiomas es el fuerte de muchas. Ok Sir, today I want to read more than yesterday. Es falso pensar que algún
prejuicio socava sus mentes, ninguna nueva carrera los puede seducir pues su
futuro es parte de la literatura... los Vargas Llosas que vendrán, listos y
aliñados ya están estudiando su fructífera ingeniería; pues supieron escoger lo
correcto. ¡Cosas veredes Sancho!
Sancho, hubiéremos visitado alguna ciudad
menos ilustrada, para divertirnos más..., y no apesadumbrarnos con tanto
intelectual paseando por los colegios. Callados y reflexivos, no provocan
ningún holgorio, algazara o jaleo. Mejor volvamos como caballeros de afinada
hidalguía a nuestra entrañable posada, a rescatar algunas damiselas de los gigantes
astutos, que nos las quieren hurtar.
Marzo,
2003.
El texto presente adquiere su esqueleto de la sucinta charla con los principales —y muchas veces únicos— profesores de literatura, en algunos de los colegios más representativos de esta blanca, ordenada y letrada ciudad de Arequipa. A continuación sus nombres y respectivos centros de trabajo.
Alberto Escudero, «San José».
Walter Portocarrero, «Anglo-Americano Prescott».
Santiago Berenguel, «Nuestra Señora del Pilar».
Doris Gutiérrez, «Sagrado Corazón».
Hernán Poblete, «Peruano Británico Lord Byron».
Pedro Torres, «Particular de La Salle».
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