Semiótica
de pura cepa
Desiderio
Blanco López, español nacionalizado peruano hace varias décadas, doctor en
lingüística y semiólogo de primer nivel, poeta, crítico y amante del cine y
poseedor de una admirable solidez cultural, desenredó imprecisiones y aclaró
interrogantes sobre los fluctuantes y efervescentes significados que imprimen a
diario nuestro devenir nacional.
En
uno de los cuatro análisis de su libro «Metodología del análisis semiótico»,
dedica un estudio a la prensa...
Claro, ahí con Raúl (Bueno) quisimos
hacer ejemplos didácticos, que al mismo tiempo fueran investigaciones, aportes
especiales. El primero, de literatura oral; el otro de un poema de Euguren, «La
niña de la lámpara azul»; después, un publicitario en el ámbito no verbal, para
los de comunicación; y, finalmente, uno de prensa, para que vean cómo se puede
aplicar la semiótica.
¿No
cree que el periodismo evolucione hacia maneras inhumanas, con un mensaje cada
vez más desarraigado?
Se trata de la evolución de la
sensibilidad. La nueva semiótica, los nuevos avances de la semiótica, han
entrado en el campo de lo sensible, y justamente el periodismo —y todas las
formas de expresión— va al estímulo de la sensibilidad. En el cine mismo, todos
los efectos especiales que se hacen por computadora son pura excitación
sensible. Lo mismo ocurre con el periodismo, estimular lo más posible lo
sensible. Más bien el arte debe pasar de lo sensible (la estesis) a la
estética, que es la sublimación, la superación de ese sentir.
Pero
esta sensibilidad no excita sentidos muy inocentes...
No, sino todo lo contrario. En el periodismo se busca agitar, compactar al espectador. Y casi siempre se quedan ahí nomás, no hay reflexión.
Y
por qué sólo sucede eso.
Simplemente porque así se llega a un
mayor número de lectores, y es lo que se activa más inmediatamente, sin la
necesidad de pensar, de reflexionar, de sacar conclusiones. En general hay una
correlación inversa entre la calidad y la cantidad, la intensidad y la
extensión, y eso se ve en el proceso educativo, la educación especializada será
siempre de pocos. Mientras que cuando se masifica una universidad o un colegio,
tiene que bajar la intensidad. Y eso es un juego permanente. Lo mismo ocurre en
el periodismo. Un periódico que estimule sólo lo sensible, pues llega a todo
mundo. Uno se siente sorprendido, invadido por datos, noticias, estímulos, y
como no le interesa dedicar tiempo a pensar, ahí se queda. Mientras que las
revistas especializadas, los semanarios, ya pueden dedicar más espacios para la
reflexión.
Con
el correr de los años se ha ido acrecentando este desarraigo intelectual,
¿cierto?
Sí, claro. Otra de las razones es que así
se vende más, el problema de rating,
el negocio, que domina al resto de valores, donde lamentablemente se impone el
valor económico. Yo sé que el último libro que acabo de publicar, lo leerán
diez en todo el Perú, no más. Porque no es un libro para masas.
Casi
contracultural.
Una contracultura para arriba.
Sus
últimas investigaciones semióticas ¿a qué conclusiones lo han llevado?
Simplemente a ir descubriendo cómo se
produce la significación en cada texto, en cada discurso, para finalmente
concluir que somos seres inmersos en el sentir, sino dejaríamos de ser hombres.
Dentro
de esta modernidad o posmodernidad que vivimos ¿se emplean menos significados?
Yo no creo, depende del tono, de la
tonalidad que se le dé. Pero el sentido, la significación, siempre va
emergiendo, sobre todo los no verbales, que son los más abundantes, desde el
comportamiento ordinario hasta el cine sincrético. La fotografía, la pintura,
el ballet, la música, son modos de expresión que no son verbales
necesariamente.
Pero
los significados son cada vez más vulgares, ¿cierto?
Se banalizan. Los significados que
producen esos textos son muy elementales, o banales. Y llegamos a esos
programas de televisión como los Talk
Shows, los Reality Shows, que no
dicen nada, y se quedan vacíos, en el mero gesto. Y se pierde intensidad,
calidad.
Pasando
a otro tema, ¿qué puntos comunes hay entre semiótica y sociología?
La semiótica en definitiva es sociología,
es una manera de encarar fenómenos sociales como son la significación y la
producción de sentido. Pero no es sociología en el sentido académico. La
sociología hace semiótica sin saber. Al revés, todo el que lea el
comportamiento de una sociedad, está haciendo semiótica, pero sin métodos
rigurosos, de una manera empírica, donde no entra a desarrollar, a poner de
manifiesto, los mecanismos profundos por los cuales se genera la significación
social. La semiótica teje lazos más profundos. Por ejemplo, el psicoanálisis
sólo hace una lectura de lo que diga el paciente, lo que no es muy profundo, en
cambio la semiótica sí desentraña esas particularidades.
La
semiótica nació a partir de la lingüística de Saussure, pero ¿dentro de la
lingüística, cómo se encuentra con la semántica?
Bueno, Saussure es el arranque, que
elabora una lingüística estructural, donde el significado y el significante
están siempre juntos, no hay significados sueltos por ahí, volando, sin su
significante. Más bien la semántica clásica estudia los significados sueltos,
los significados de los términos, de las palabras, teniendo poco alcance. La
semiótica estudia el campo en que se produce la significación: el discurso, que
es la organización de un contenido.
¿Conociendo
una organización valiosa, se pueden generar otros significados igual de
singulares?
En semiótica el texto arma el modelo
explicativo, como un modelo científico, para tratar de ver cómo se genera la
significación. Entonces, el modelo generativo, que va del nivel profundo al
superficial y que va pasando por estadios diferentes, no es un modelo que se
pueda seguir a la hora de crear una obra. Eso sería absurdo, castrador,
imposible. Es un modelo para explicar lo que está hecho. No es una preceptiva
literaria, que indique: así tiene hacer el autor para conseguir esto, ni mucho
menos. La semiótica es como un modelo físico, para explicar un fenómeno que
está ahí. La creación es libre, semiautomática. A veces uno no sabe de dónde se
le ocurrió una cosa.
Diciembre,
2003.