Vistas de página en total

jueves, 28 de julio de 2011

Ludwig van Beethoven, por siempre

Ludwig van Beethoven, por siempre

El compositor más admirado en la historia del arte, y que a la vez fue uno de los que más tuvo que soportar, fue el que se encargó de dar el salto de una época a otra, y de fundar con su bandera de fuerza una corriente que le dio participación al propio individuo, su libertad.

A mediados del último mes de cada año, se aumenta una cifra más al número que comprende la contabilidad de las fechas, en relación con el nacimiento de Ludwig van Beethoven y nuestros días.

Escribir sobre él puede traer ineludibles puntos comunes: el dramatismo naciente que se le atribuye a su música; la libertad que gozó en su labor de creador; la inclusión personal de las íntimas pasiones; y el reflejo de la propia vida en su producción. Es por esto mismo que su obra tuvo que sobrepasar las normas cuadradas a las que estuvo sujeto hasta entonces todo el arte. El arte musical, substantivamente, ya que es el que se somete a distintas formas, y está entrometido abiertamente con las ciencias potencialmente exactas.

En sus primeros 30 años toda su labor estuvo influida por las estructuras tradicionales que determinaban a la música. Cada forma de composición debía estar sujeta a los parámetros inmutables que por aprobación masiva de los mismos compositores se mantenían. Pero Beethoven casi por accidente, por no haber gozado de una formación rigurosa y sólida como sus antecesores, y con una educación insuficiente afrontó su carrera con decisión, luchó —pues este hombre lo que más tenía era agallas, espíritu combativo— y gracias a su sangre flamenca, pasional, dio el giro que se estaba esperando en la música.

No se pensaba que un joven que intentó pasar por prodigio —por obligación de su padre, que por poco no lo pierde para el arte—, y que creció en un contexto tan adverso, llegara a ser el personaje que encerraría todo un siglo y abriría un nuevo camino en el mundo de los sonidos.

La pasión con la que componía lo extraía irremisiblemente del mundo, lo hacia perder las composturas y no dar preferencia a los títulos y niveles sociales. Frente a los nobles era un montarás artista al cual se le debía hacer a un lado. Pues tomarlo en cuenta podía ser peligroso; a tal punto se le consideraba. Fue rechazado innumerables veces por las doncellas que estuvieron a su lado y por estas mismas razones sus partituras estuvieron plagadas de sentimientos, de angustia... y a la vez de esperanza, (siempre creyó en su amada inmortal).

Su obra es una de las más cimeras; aunque se puede considerar que cayó en contradicciones por la variabilidad de posturas que tuvo, sosteniéndose en sus periodos influidos por el clasicismo, por la ansia de Mozart, por las enseñanzas de un Haydn, ya trasmutándose algo por la cercanía de su discípulo, que sabía era todo un genio; sin embargo todo lo que hizo es eterno, y responde a respuestas concisas: a sufrimientos, desesperaciones; a la constante cercanía de la existencia, a una sensibilidad no dormida.

Traspasó el muro de lo sistemático, para entrar en el romanticismo musical. Por su libertad y amor propio no se amilanó. Muchos pueden decir que antes hubo composiciones dramáticas, en las que el oyente puede llegar a estremecerse, puede sentir miedo. Algunos autores del barroco se caracterizaron por tener en sus filas composiciones de dichas índoles, pero en Beethoven la fuerza en una constante, no se puede negar que incluso en sus adagios y andantes se desprende una sugerente apología al vigor.

Además antes que todo esto está la belleza por el triunfo. Todo lo hecho por él es una victoria frente al mundo, es un pasar trabas, romper paredes, saltar pobrezas, sorderas, soledades, inconformidades.

En la obra de Beethoven como en ninguna otra se refleja la vida misma, siendo ambas partes indivisibles de un todo absoluto, tanto una participa de la otra y luego sucede lo contrario. La vinculación de estos dos puntos tal vez llegue a ser excesiva, y cause tedio. Liberarse de presiones externas es urgente para la reconfortante creación, mas Beethoven nunca estuvo realmente libre. Con el tiempo que le ahorcaba y el dinero que le esquivaba, aún así siguió adelante, y sólo un genio de su envergadura podía vencer, y llegar a la cima que tanto se le reconocería no tan póstumamente.

Lo que profundamente caracterizó a su genio fue la rebeldía que siempre tuvo, y que quizás fue producida por algún acontecimiento en su infancia. La obligación de tocar al piano cuando sus intenciones eran las de jugar como un niño normal hicieron que despertaran los demonios prohibidos para su época, y que al final estos significaran inevitablemente novedad y la certeza de que algo grande se estaba gestando.

Beethoven es ampliamente complicado. No por nada sería el ídolo de todos los románticos, porque todos vieron en él el tótem a seguir, el preceptor que mensurablemente rompía las reglas, he hizo convenientemente lo que esos futuros músicos harían con placer. Schubert, Mendelssohn, Chopin, Liszt, Wagner, Brahms, Brückner, Mahler, todos se creyeron y fueron seguidores de Beethoven. Lo tuvieron merecidamente en el altar principal.

Toda la existencia de este genio universal, es una sorpresa para la humanidad, y lo que frecuentemente se termina diciendo es que toda su producción no fue más que un milagro, pero lo que sí se debe aseverar es que terminando las cuentas fue comprendido, y nadie puede pasarlo por alto. Su corazón late junto a todos.



Diciembre, 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario