En
la ciudad que lo verá morir, Arequipa, cuna de su inspiración y de su vida, el
cantautor de nueva trova Raúl Huerta, reflexionó pausadamente sobre las bases
que nutren la creación artística, que se encuentran desestabilizadas por la
falta de sentido y dirección. Con ánimo afable, deferente y sencillez de
pensador conduce, a buen puerto, su doctrina musical sin contradicciones.
Paciente jardinero de la creación musical Huerta da semillas melodiosas e
inspiradoras.
¿Usted
y su música viven muy vinculados a los problemas actuales?
Sí. La mayor parte de mis temas hablan de
la realidad social y económica. Esa es la atmósfera de mi motivación
permanente.
¿Cómo
su música enfrenta a la gente que no quiere superarse?
En nuestro país la música funciona más
como entretenimiento que como reflexión. Son pocos los círculos de personas
donde se analiza el contenido de una canción. La gran masa consume música fácil
de digerir simplemente para divertirse y olvidar, en cierta manera, su propia
realidad. Por eso un compositor responsable tiene que pensar en sus textos y
sobre todo lograr que la gente lo acepte.
Sin
embargo, frecuentemente, ese mensaje llega a las personas que menos lo
necesitan.
Justamente. Es un problema de la nueva
trova que a pesar de dirigirse a la clase obrera la gente que la cultiva es
otra. Por eso, en una ocasión dejé de interpretar nueva trova y compuse una
canción más popular para vincularme con quienes más necesitan música con
mensajes y arte. Intento ahora ser más simple con mensajes positivos que hagan
pensar.
Pero
las canciones que se componen con intenciones pegajosas pierden su esencia y se
convierten en sonidos agradables. Simplemente quedan huérfanas de pensamiento.
Lamentablemente es así. Uno trata pero la
música es como una ruleta, un juego de suerte: crear canciones y desear
acercarse al público es casi como una utopía. El resultado no depende de
nosotros mismos y la mayoría de las veces no se cumplen los objetivos. Muchas
cosas están de por medio: la disquera, los medios de difusión; y todo eso
siempre se convierte en un círculo vicioso. Hay muchos intereses que juegan
distintos roles para bien y para mal. Y lo que le queda al artista siguiendo el
camino fácil es optar por la música comercial, para que sus trabajos tengan
mejor chance, para que en algún momento la gente dé su reconocimiento.
¿No
se siente preso de la industria musical?
Hay una presión siempre. Muchas veces
llevé demos a casas de música, y aunque estuvieran bien hechos, por más que se
trabajó, finalmente son ellos —los productores, los dueños— quienes deciden. Te
aprueban o te rechazan. Tú, por ejemplo, te puedes grabar por tus propios
medios unos cuantos CDs pero pocas personas te escucharán. Todo es muy
complicado. Pero yo no me siento preso porque nunca he dependido de ellos
totalmente. Siempre he sido fiel a una misma línea y he terminado haciendo lo
que me gustaba. Tal vez el sistema no reconoce lo que haces pero puedes seguir
intentándolo por ti mismo con una férrea convicción, para después no sentirte
mediocre.
¿Cree
que el éxito para un compositor consiste en poder vivir de su música?
Sí, es uno de los principales éxitos, sin
embargo debe quedar entre comillas. Aunque yo lo logré aquí en el Perú, en
Europa —donde radico— es muy difícil, porque la competencia es feroz. Puedes
estar tocando en un pub y a la vuelta de la esquina está Aerosmith, Lenny
kravits o Mercedes Sosa. Vivo en Suiza hace más de cinco años y ahí tuve que
conseguir un nombre desde cero.
¿Fue
fácil empezar su carrera?
Profesionalmente comencé desde el año 86,
cuando opté por hacer nueva trova. Daba más o menos dos conciertos anuales en
Arequipa. Es un trabajo de hormiga darse a conocer, y con mi tipo de música es
casi imposible, no es comercial. Tocaba en las facultades de las universidades,
en cada verbena. Luego también iba a Lima y me movía en los círculos
artísticos, luego conocía gente. Después ya los demás te identifican.
¿No
es un problema componer para Europa en español?
Sí, tienes razón definitivamente. Es un
grave problema escribir sólo en mi idioma, porque así mis trabajos no son
plenamente entendidos. Por eso mismo mi último disco lleva escrita una parte en
inglés. Para poder abarcar otro mercado también consciente.
¿No
sería mejor irse a España o a algún lugar de Centroamérica, por ejemplo?
Intenté en España pero es un mercado de
muy difícil acceso, hay una competencia encarnizada. Para los artistas este
país es como un trampolín hacia Latinoamérica. Duro es concebir y difundir el
estilo de música al que me dedico, sin embargo allí, en Suiza donde actualmente
estoy instalado, hay más facilidad de conseguir buenos equipos, infraestructura
y mejores posibilidades financieras.
¿Qué
planes tiene para este año y en el futuro?
Este es un año de importantes decisiones.
Dejé pasar mucho tiempo en trabajos en los que no puse todas mis fuerzas. Tenía
ocupaciones diversas. Ahora me voy a dedicar más intensivamente a algunos
proyectos importantes que tengo.
¿Su
sueño es que su música sea disfrutada por más gente?
No tanto por el hecho de hacerse famoso,
sino por el hecho de poder componer más, poder producir, y que todo llegue a
los canales correctos. Se pude componer sin tener éxito, y ahí es donde se ve
aflorar a los músicos con carácter. Lo que a mí me hace sentir realizado es
simplemente hacer música. Y que esta corresponda a lo que yo siento.
¿Cree
que el camino del verdadero artista está separado de la fama?
Eso le pasa por ejemplo a Silvio
Rodríguez, que es un «fenómeno» (algo así como Maradona o Pelé). Aparece uno
cada 50 años. Son las cuestiones históricas las que se confabulan y dan un
resultado, como con Silvio. Pero pienso que el arte no se puede medir con
discos, ni con ventas.
¿Planea
terminar su vida en Arequipa?
Lo ideal sería no perder el contacto con
mi ciudad. Arequipa es mi motivación, una fuente de energía. Quiero permanecer
en el corazón de mi gente como un compositor, como un músico cercano, antes que
como una estrella que se vio pasar de vez en cuando, fugazmente.
¿No
rechazaría la fama?
No. Yo creo que la fama es el resultado
de un trabajo que tú tienes a través de los años. Pero no es ésta el objetivo.
Aunque tampoco es una recompensa.
¿No
la ve como un castigo?
No. Pienso que sería demasiado idealista.
Creo que todos los artistas quieren ser reconocidos y que nuestra música sea
escuchada.
¿Y
qué opina de los artistas plásticos?
Simplemente son el producto de un estudio
de mercado que hacen los especialistas. Al revés que con el artista de verdad,
que a través de los años va desarrollándose y obtiene fama en el transcurso de
ese tiempo. Lo que sucede al contrario con los otros que ya empezaron con una,
apadrinados por gente poderosa.
¿Qué
le molesta de ellos, dentro de la industria musical?
Me perturba un poco la facilidad con que
acceden a los medios, simplemente por ser más bonitos o por tener buenos
cuerpos. Que tengan prioridad frente a otras mejores y más sinceras propuestas.
¿Esa
no es culpa también de la gente que los apoya?
Es un juego que tiene dos caras. Por un
lado la gente que los prepara, y por el otro lado el pueblo que los consume,
que los necesita como ídolos, imágenes.
¿No
siente que sería un poco incongruente que esa gente además lo escuche a usted?
Lo que intentamos con la música —quienes
hacemos nueva trova— es educar en cierta medida a la gente. Dar a conocer otros
tipos de inspiraciones que puedan escuchar y asimilar, para que más adelante
ellos se sientan interiormente identificados.
¿Ha
desarrollado todo lo que deseaba?
No. Definitivamente hay cosas que te
quedan por hacer, cosas que no salieron como uno quería. Uno nunca está
satisfecho totalmente. He conseguido muchos objetivos y he logrado varias
cosas, ya después llega la recompensa. Pero aún así he sido merecidamente
recompensado. Muy por encima de lo que me esperaba.
Agosto,
2002.
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