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sábado, 19 de octubre de 2013

Raúl Huerta y su florecimiento musical


En la ciudad que lo verá morir, Arequipa, cuna de su inspiración y de su vida, el cantautor de nueva trova Raúl Huerta, reflexionó pausadamente sobre las bases que nutren la creación artística, que se encuentran desestabilizadas por la falta de sentido y dirección. Con ánimo afable, deferente y sencillez de pensador conduce, a buen puerto, su doctrina musical sin contradicciones. Paciente jardinero de la creación musical Huerta da semillas melodiosas e inspiradoras.


¿Usted y su música viven muy vinculados a los problemas actuales?
Sí. La mayor parte de mis temas hablan de la realidad social y económica. Esa es la atmósfera de mi motivación permanente.
¿Cómo su música enfrenta a la gente que no quiere superarse?
En nuestro país la música funciona más como entretenimiento que como reflexión. Son pocos los círculos de personas donde se analiza el contenido de una canción. La gran masa consume música fácil de digerir simplemente para divertirse y olvidar, en cierta manera, su propia realidad. Por eso un compositor responsable tiene que pensar en sus textos y sobre todo lograr que la gente lo acepte.
Sin embargo, frecuentemente, ese mensaje llega a las personas que menos lo necesitan.
Justamente. Es un problema de la nueva trova que a pesar de dirigirse a la clase obrera la gente que la cultiva es otra. Por eso, en una ocasión dejé de interpretar nueva trova y compuse una canción más popular para vincularme con quienes más necesitan música con mensajes y arte. Intento ahora ser más simple con mensajes positivos que hagan pensar.
Pero las canciones que se componen con intenciones pegajosas pierden su esencia y se convierten en sonidos agradables. Simplemente quedan huérfanas de pensamiento.
Lamentablemente es así. Uno trata pero la música es como una ruleta, un juego de suerte: crear canciones y desear acercarse al público es casi como una utopía. El resultado no depende de nosotros mismos y la mayoría de las veces no se cumplen los objetivos. Muchas cosas están de por medio: la disquera, los medios de difusión; y todo eso siempre se convierte en un círculo vicioso. Hay muchos intereses que juegan distintos roles para bien y para mal. Y lo que le queda al artista siguiendo el camino fácil es optar por la música comercial, para que sus trabajos tengan mejor chance, para que en algún momento la gente dé su reconocimiento.
¿No se siente preso de la industria musical?
Hay una presión siempre. Muchas veces llevé demos a casas de música, y aunque estuvieran bien hechos, por más que se trabajó, finalmente son ellos —los productores, los dueños— quienes deciden. Te aprueban o te rechazan. Tú, por ejemplo, te puedes grabar por tus propios medios unos cuantos CDs pero pocas personas te escucharán. Todo es muy complicado. Pero yo no me siento preso porque nunca he dependido de ellos totalmente. Siempre he sido fiel a una misma línea y he terminado haciendo lo que me gustaba. Tal vez el sistema no reconoce lo que haces pero puedes seguir intentándolo por ti mismo con una férrea convicción, para después no sentirte mediocre.
¿Cree que el éxito para un compositor consiste en poder vivir de su música?
Sí, es uno de los principales éxitos, sin embargo debe quedar entre comillas. Aunque yo lo logré aquí en el Perú, en Europa —donde radico— es muy difícil, porque la competencia es feroz. Puedes estar tocando en un pub y a la vuelta de la esquina está Aerosmith, Lenny kravits o Mercedes Sosa. Vivo en Suiza hace más de cinco años y ahí tuve que conseguir un nombre desde cero.
¿Fue fácil empezar su carrera?
Profesionalmente comencé desde el año 86, cuando opté por hacer nueva trova. Daba más o menos dos conciertos anuales en Arequipa. Es un trabajo de hormiga darse a conocer, y con mi tipo de música es casi imposible, no es comercial. Tocaba en las facultades de las universidades, en cada verbena. Luego también iba a Lima y me movía en los círculos artísticos, luego conocía gente. Después ya los demás te identifican.
¿No es un problema componer para Europa en español?
Sí, tienes razón definitivamente. Es un grave problema escribir sólo en mi idioma, porque así mis trabajos no son plenamente entendidos. Por eso mismo mi último disco lleva escrita una parte en inglés. Para poder abarcar otro mercado también consciente.
¿No sería mejor irse a España o a algún lugar de Centroamérica, por ejemplo?
Intenté en España pero es un mercado de muy difícil acceso, hay una competencia encarnizada. Para los artistas este país es como un trampolín hacia Latinoamérica. Duro es concebir y difundir el estilo de música al que me dedico, sin embargo allí, en Suiza donde actualmente estoy instalado, hay más facilidad de conseguir buenos equipos, infraestructura y mejores posibilidades financieras.
¿Qué planes tiene para este año y en el futuro?
Este es un año de importantes decisiones. Dejé pasar mucho tiempo en trabajos en los que no puse todas mis fuerzas. Tenía ocupaciones diversas. Ahora me voy a dedicar más intensivamente a algunos proyectos importantes que tengo.
¿Su sueño es que su música sea disfrutada por más gente?
No tanto por el hecho de hacerse famoso, sino por el hecho de poder componer más, poder producir, y que todo llegue a los canales correctos. Se pude componer sin tener éxito, y ahí es donde se ve aflorar a los músicos con carácter. Lo que a mí me hace sentir realizado es simplemente hacer música. Y que esta corresponda a lo que yo siento.
¿Cree que el camino del verdadero artista está separado de la fama?
Eso le pasa por ejemplo a Silvio Rodríguez, que es un «fenómeno» (algo así como Maradona o Pelé). Aparece uno cada 50 años. Son las cuestiones históricas las que se confabulan y dan un resultado, como con Silvio. Pero pienso que el arte no se puede medir con discos, ni con ventas.
¿Planea terminar su vida en Arequipa?
Lo ideal sería no perder el contacto con mi ciudad. Arequipa es mi motivación, una fuente de energía. Quiero permanecer en el corazón de mi gente como un compositor, como un músico cercano, antes que como una estrella que se vio pasar de vez en cuando, fugazmente.
¿No rechazaría la fama?
No. Yo creo que la fama es el resultado de un trabajo que tú tienes a través de los años. Pero no es ésta el objetivo. Aunque tampoco es una recompensa.
¿No la ve como un castigo?
No. Pienso que sería demasiado idealista. Creo que todos los artistas quieren ser reconocidos y que nuestra música sea escuchada.
¿Y qué opina de los artistas plásticos?
Simplemente son el producto de un estudio de mercado que hacen los especialistas. Al revés que con el artista de verdad, que a través de los años va desarrollándose y obtiene fama en el transcurso de ese tiempo. Lo que sucede al contrario con los otros que ya empezaron con una, apadrinados por gente poderosa.
¿Qué le molesta de ellos, dentro de la industria musical?
Me perturba un poco la facilidad con que acceden a los medios, simplemente por ser más bonitos o por tener buenos cuerpos. Que tengan prioridad frente a otras mejores y más sinceras propuestas.
¿Esa no es culpa también de la gente que los apoya?
Es un juego que tiene dos caras. Por un lado la gente que los prepara, y por el otro lado el pueblo que los consume, que los necesita como ídolos, imágenes.
¿No siente que sería un poco incongruente que esa gente además lo escuche a usted?
Lo que intentamos con la música —quienes hacemos nueva trova— es educar en cierta medida a la gente. Dar a conocer otros tipos de inspiraciones que puedan escuchar y asimilar, para que más adelante ellos se sientan interiormente identificados.
¿Ha desarrollado todo lo que deseaba?
No. Definitivamente hay cosas que te quedan por hacer, cosas que no salieron como uno quería. Uno nunca está satisfecho totalmente. He conseguido muchos objetivos y he logrado varias cosas, ya después llega la recompensa. Pero aún así he sido merecidamente recompensado. Muy por encima de lo que me esperaba.


Agosto, 2002.

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