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lunes, 27 de octubre de 2014

Retrato del poeta

Una enfática oración al perfil del poeta, ese extraño ser de insólito ánimo que no se doblega ante su propia desgracia, que rinde su vida para que sus penas sean alegría de generaciones. Aquel ser informe capaz de mutar en cualquier postura, para extraer todo el provecho de los embates y continuar haciendo lo que sabe hacer, poesía.

 © Salvador Dalí, Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, 2011
Día del poeta, el profesional del arte. Ceremonia de la belleza, la perfección de la gramática; efervescencia de las imágenes, intercaladas en la palabra, junto a gruesos ramos de aflicción y melancolía —todos los tonos le encajan al poeta. Retorno de la poesía en indefinidas modalidades, de la pasión, la acidez o la indiferencia. Los extremos más fuertes que todo poeta siempre ensaya. Poesía de lo que cuenta, encanta y auxilia para subsistir, su artesanía: eleva. Lo que sea da lo mismo, sólo cuenta el verso.
La poesía, lo más alto de la literatura, de todo lo escrito; la primera forma de la creación artística. La única, además, con la capacidad de visitar las simas de los abismos que encierra la raza humana tanto como las culminaciones etéreas de todo lo divino. Por ser exquisita, a unos pocos lastimosamente va dirigida. ¿Por qué habrá gente que se instruye o goza con los libros y rechaza de cuajo los colmados de poemas? La preparación que exhorta ésta, de antemano excluye lectores esponjosos, con aquella firme apatía para degustar la perfección... la poesía los pondría en línea, pues a los que tienen alas dormidas los ennoblece, sólo es cuestión de ánimo.
El poeta es a la vez poesía, y la poesía, poeta; no hay divorcio, innecesario distinguirlos. La divergencia, en las circunstancias que engloban sus condiciones, el fuego, la sombra o la luz, sólo son móviles de una expresión impostergable. El desahogo se torna en estilo, métrica o verso libre; se deja permanecer. El codiciado ritmo, para que tiemblen las imágenes y sacudan las mentes, adentro y afuera, de arriba abajo... A él no se le distingue en la temática, que es la misma, estética. En el trato de abordar los temas, se inspira en lo mismo, no necesita efectismos, es espontáneo.
Y recordemos que la poesía no está en el canto. Más bien, en el centro, se nutre de salmos y expresa el retrato de un corazón formidable. El poeta, construido de diseminados retazos —extensiones de un sueño— aprueba la intromisión de los rayos solares. No está cerrado a las experiencias, nace cada día y adopta una serenidad de espíritu que muchas veces discrepa con su conducta. Pero sigue siendo el mismo, nada cambia con tal de seguir minando copos de belleza en la tierra.
El poeta sabe buscar los adjetivos adecuados, milimétricamente, para reflejar su escultura, la estampa en el orbe para todos los tiempos. Nunca debe multiplicar una oda más de lo que vale. Por eso mira pausado hacia abajo; su posición, reflexiva, acepta la imaginación en su cerebro con sosiego. Así se hace recatado, honrado, ya es presentable para que la posteridad no mancille su honor. Pero cuando todo aparente cristalino, el poeta será por excelencia indecente —el único que maneje la autenticidad y desbarate forzados pudores.
Entonces siempre estará en oposición a la onerosa función de los académicos. Los estudiosos son otros, maquinarias de una sociedad oronda, piezas. A un lado muy alejado, ahí descansa su antónimo: el inconforme, el desterrado de la falsedad. No es necesario que los poetas lidien por la concepción de la belleza, nada más que poetizar el mundo, componer el caos y desordenar la razón, suficiente.
Por tanto no ahondará en sus lemas; la música y las imágenes ofrecen libertad de olvido. Los argumentos son problema de los científicos, no de él. No fraguará recetas ni recomendará vías, admitirá la totalidad de sentidos, trastocados o informes. La poesía no se estará callada, y el poeta una vez más será barro combativo. ¿No ven que hasta empina el brazo? Con su salvaje pluma arremete en lo no dicho. Su arma: la palabra. Su munición: el lenguaje. Su cometido: la verdadera libertad intelectual. De ahí que los que manipulan la belleza, adquieran un leve halo maligno. Pariente de ángeles o demonios, algo sobrenatural los abraza, hasta el fin.
Y los intrascendentes dicen: «¿Acaso son ellos los que no se dan cuenta, los inconscientes?». No. Desubicados no, ni impasibles, pues la realidad fácil es de anteceder, puesto que es descifrable al fin de cuentas. La imaginación que crea mundos con naturalidad se adelanta a los acontecimientos: se llama visión, intuición o ingenio constructivo. Aunque haya numerosos poetas sin versos que no ejercen su talento en las letras, la completa suma de su arte lo abocan a su vida, el mejor poema realizable, así construyen lo que pocos consiguen: una biografía.
¿Y el amor? Adentro, por encima de todas las cosas. Luego se esparce gentilmente por sobre las rocas, el jardín y los corazones desconsolados. El mejor conejillo de indias es uno mismo, sostiene no sin estar en lo cierto. Y no se equivoca, este conocedor de la sabiduría de las plantas, propenso hacia la tentación de la belleza, sin color definido, ni forma ni olor, él mira hacia fuera, no se ubica como los demás, tiene su propio orden de las cosas, invariablemente al final de la página...
Poeta con poesía, de rima y alegría, al borde de la amargura; cada vez hay menos de tu especie: estás en peligro de extinción. Las condiciones no se dan para que germines en este terruño. Pero al final se anotará que hubo un día del poeta —restauración de la nostalgia—, que fue, y que esperamos, seguirá siendo.


Abril, 2003.

sábado, 18 de octubre de 2014

Flora Tristán, 200 años

El lío por la libertad

En el bicentenario de su nacimiento, el mundo despliega sus alas de pleitesía hacia la contumaz luchadora social y visionaria escritora, que deambuló por tierras arequipeñas; convidando con su lúcida pluma de innegable talento descriptivo, la sociedad que le inspiró para germinar los primeros atisbos de su particular lucha social.


Vivió entregada a buscar la libertad hasta consumir sus propias fuerzas. Flora Tristán, la escritora francoperuana que más tenía de revolucionaria que de mujer intelectual, dedicó sus años de vida más valiosos a procurar el bienestar de los obreros y la gente del pueblo. Luchó palmo a palmo contra los convencionalismos sociales, con la determinación de liberar de los excesos de los potentados, a la sometida clase obrera, y, al mismo tiempo, dignificar a la mujer sin derechos y denigrada, que soportaba los inciviles tratos de aquellos varones que proliferaban desmesuradamente.
Antes de estar sumida en abstracciones y teorías fue una mujer de acción. Poco a poco se ganaba el apoyo de los humildes (en muchos casos ignorantes trabajadores proletarios) con sus diversas alocuciones y planteamientos de justicia para que estos dejen de ser explotados por los burgueses, tan opresivos en esos tiempos. Sólo trataba de convencerlos para que formen una Internacional Europea de Obreros, y así mutuamente defenderse de cualquier inesperado atropello. Sus derechos e igualdad ya eran para ellos una desmesurada abstracción...
Nacida en Francia, de padre arequipeño y madre francesa, al morir su progenitor, los papeles que justificaban la unión conyugal desaparecieron por culpa de la guerra contra España, apartándosele como hija ilegítima de la fortuna familiar; viviendo a partir de tal rechazo en búsqueda de la igualdad social que le fue negada. Desde ese momento sería una mujer sola contra el mundo. Como no consiguió la comodidad económica, que en el fondo no anhelaba, no le quedó otra opción que ser una libertadora.
En cada camino hay un riesgo, que aumenta según la amplitud del recorrido, de sus exigencias. Así Flora Tristán gracias a la «suerte» de sufrir profundos golpes en el dorso —su esposo, un rústico; su tío (Presidente del Perú), un cicatero— encontró su encumbrada labor: batallar por la justicia y esforzarse para que no haya más gente que sufra la indiferencia y las inclemencias que le tocaron vivir.
Su paso por Arequipa, «simbólico retorno» de apenas un par de meses, significó simplemente una extensión del rechazo que su tío Pío Tristán (último Virrey, Presidente Interino) le estaba preparando. Nada más que una lenta agonía en vistas de la esperanza de por sí quimérica. Si bien es cierto lo que el pensador sostiene, que la utopía mientras más lejana mejor; para que cuando nos vayamos acercando paso a paso a lo inalcanzable, al mismo tiempo, por acción de nuestro discernimiento, alejemos nuestro deseo cuando avancemos —pues este debe continuar siendo una utopía y no perder su carácter irrealizable.
En Arequipa encontró una ciudad de marcados contrastes, un Clero rico y fastuoso, una burguesía alienada y fatua, familiares afrancesados; mientras que por otro lado, el pueblo estaba condenado a ser indiferente a su propia ventura, con ojos cerrados y mentes atiborradas de inconciencia. Un variopinto cuadro de rimbombancias y opulencias señalizadas con dilatadas diferencias sociales. Flora abandonó el Perú con una sentencia entre dientes, catastróficamente aún cierta: «Un país donde la justicia se vende».
Entonces Flora hizo bien al alejar su operación a un nivel inmaterial, cargándola con fuertes tonos de espiritualidad. Si su ortografía no era la ideal para una mujer que pretendía remover los cimientos corrompidos, o si alguna vez intentó suicidarse por no resistir los maltratos de su esposo, o de si sostuvo alguna vez relaciones homosexuales tan mal vistas en su tiempo, estos no son puntos importantes e inhibidores de su ideal, no mellan en ningún sentido y valen un ardite.
Aunque su base, sólida, dentro de las nuevas teorías socialistas que se sucedían, no se podía aceptar a una «Paria» como representante, por más que esté al tanto de las nuevas corrientes libertarias, aún así haya sido reconocida por Marx como una valerosa y valiente representante del socialismo en ciernes, ella era no tomada en cuenta en enésimas ocasiones por el pueblo y sus faenas se duplicaban en dificultades por culpa de los oídos sordos de los mismos trabajadores a los que deseaba rescatar.
La libertad estaba presa por sus propios reos. Probablemente siempre lo esté. Pues aquel adagio trasluce hondas certezas: «Los proletarios jamás abogarán por su propio futuro». Mas cualquier disposición tomada oculta peligros hacia ambos bandos, los ejecutantes y los receptores. Siempre un cambio, antes de aterrar a los misoneístas, despierta la pasión de los innovadores. Y entre ese conflicto, deseoso por nacer, se justifican las peores violencias.
La revolución injustificada que vendría más adelante no es culpa de una Flora Tristán convencida y emprendedora, ella forma parte de los utopistas, como Fourier o Saint Simon —en los que basó en muchos acápites su folleto: «La Unión Obrera», que se convertiría en un éxito de concepción y anticipación. A ella, todo el lío que adopta las ansias de libertad para el pueblo oprimido casi no le fue imputado, ni endosado. Por más que de haber sido una osada mujer, al punto de despertar los celos de una famosísima George Sand, de ideas liberales y revolucionarias, la autora de «Peregrinaciones de una paria» es el testamento de una inagotable disputa por la equidad en su plena magnitud.

Abril, 2003.


sábado, 27 de septiembre de 2014

Crowley, la recreación de la Bestia

Inspiración de músicos complejos, quizá descarriados; escritor de tratados que apuntaban a crear una nueva religión, con su imagen como tótem; personaje público, que no hizo más que forjar a su disposición, la impronta del infernal, presunto corruptor de generaciones; Aleister Crowley no fue sino un intelectual iconoclasta de un mundo amodorrado y latentemente impostor.


No existe actividad extrínseca al ser humano, todo sentimiento o acción forma un testimonio de la inmanencia cuando de seres humanos se trata. Así por ello, haga lo que se haga con el control de la constancia a través del tiempo, inevitablemente surgirán seguidores, unos acérrimos, otros detractores, pero igual seguidores de cualquier medida optada. Incluso si se pretende repeler a todos y ser único, siempre habrá partidarios, al final de los casos, póstumos.
La educación más severa, conservadora y seca hizo de Aleister Crowley un niño diferente. La sociedad británica de su época por demás inflexible dispuso sin querer el nacimiento de un hombre que daría que hablar. Sin el amor expresado con naturalidad de sus padres el niño se desbocó en rechazo, reclamo y afrenta. Iniciaría entonces la empresa mejor llevada de publicidad y desenfreno, sustentada con un inconmensurable talento para llamar la atención de mil y una maneras.
Con el correr de los años las acciones que construirían la leyenda del mago más perverso del mundo, la Bestia abominable, 666 y demás, se dirigirían únicamente a fortalecer tal imagen. Pero para construir una fortaleza sólida los cimientos no deben ser deleznables. Aleister Crowley estudió incorregiblemente día y noche, por una disposición natural, para fraguar su conocimiento, que lo llevaría años más tarde a una cima dentro de la fama mundial y al reconocimiento o rechazo de nutridas cantidades de gente.
¿Y cuáles eran esas acciones? Cuando la decisión está tomada el rumor y las habladurías de la sociedad pueden centuplicar pequeños chispazos: fuegos artificiales parecerán para terceros. Toda la «Bestialidad» de Crowley se esparció nada más que por sus labios. Fue lenguaje y volátil sonido gangoso, en apariencia. Actividades materiales, ritos, orgías, torturas, fueron contadas —virtualmente llevadas a cabo (poco probable) — por un fino artista del escándalo.
Que se haya afilado los dientes para provocar exacerbada lujuria a sus ocasionales amantes; que no distinguiera entre los sexos y en ambos halle la herramienta de placer necesaria para satisfacer sus (para muchos) aberrantes inclinaciones; que adolescente haya matado un gato para comprobar in situ la cantidad de vidas que popularmente se le atribuían; que sea el director de orquesta de numerosos vicios (que nunca se le pudieron comprobar) como drogas o sexo; que partiera a través del mundo aterrando a la gente conservadora; en fin, todas estas no son más que pequeñas láminas insignificantes y alternas de un Aleister Crowley especulativo y cerebral. Sólo el ambiente de una trayectoria hostil contra la humanidad, no su artesanía de vidente y escritor.
Desperdigando su afianzada cultura y su doctrina del individualismo más remarcado enfrentó a la humanidad, pareciendo más de lo que no era —cosa que le complacía. Su talento fluyó en mayor caudal a través de la magia, y más que esta, por el esoterismo. Aportó a la magia negra, incalificable y tan censurable, estudios de valor lúcidos y aceptados por sus fúnebres correligionarios. La base de su personalidad era alimentada por su profunda cultura de las religiones. Siempre hay algo que sustenta a los evadidos, detrás de todo semblante especial una existencia especial.
Sus intereses sin embargo no fueron cumplidos en acertada proporción. Fue una curiosidad para gente de cultura, que no se soliviantaba fácilmente con sus artilugios y malabarismos verbales. Ser parte de la feria, cuando no se planifica ninguna función selecta en la arena de la vida, es el ardid que en uno mismo repercute con más ruindad.
La humanidad no está tan desquiciada para que muchos intelectuales lo tomaran en cuenta a la hora de sus peregrinaciones. En los dos tipos de personajes, él era de los que callan y con mirada sibilina hacían las cosas, a despecho de los fanfarrones. Por eso tuvo un valor innegable al continuar con su estrella opaca hasta el fondo, no obrando como los sensacionalistas creen.

Abril, 2003.


lunes, 8 de septiembre de 2014

Norma Mogrovejo, equilibrio y pasión


Lesbianóloga, feminista y escritora peruana, auto exiliada en México, arequipeña por convicción. Norma Mogrovejo paseó por Arequipa, su capital, para buscar un poco de calma, visitar a sus familiares y, de paso, responder preguntas sobre la vida fuera del país, la identidad sexual, el lesbianismo y todas aquellas cuestiones que ella sabe analizar.


El tiempo es exiguo, en pocas horas viajará de vuelta a México. La entrevista no puede ser larga. Norma Mogrovejo, por el contrario, permanece tranquila, dispuesta a conversar. Ella escribió 3 libros sobre lesbianismo, y ya viene otro sobre las crisis de los inmigrantes del LGTB (lesbianas, gays, transgenéricos y bisexuales). Sin más preámbulos:
¿Por qué sintió la necesidad de irse a otro lugar, de autoexiliarse?
Yo terminaba la carrera de Derecho y tenía un grupo feminista donde trabajaba... Era la época de Alan García, el momento en que el terrorismo estaba in crescendo y había muy pocas perspectivas laborales en el país. Todo el mundo quería salir porque era una época muy devastada. Busqué una beca de maestría, la gané, y me fui a México. Por último en el ámbito de mi opción sexual no encontraba espacios alternativos.
¿La razón de ese auto exilio remarcando la palabra fue una acción tomada por renegar del país política y económicamente, o fue por la opción sexual?
No exactamente por renegar del país. Porque el Perú te da elementos culturales de raíz, y yo nunca he renegado de mis raíces; pero nunca he encontrado espacios alternativos para mí. Salir es una forma de exilio; finalmente eres una espuria. No te encuentras, no te hallas en tu lugar. Entonces como no eres un perseguido político —aunque el asunto sí tiene que ver con la política— es un auto exilio. En una sociedad el Estado debería otorgar los elementos y espacios necesarios para los ciudadanos, con todos los derechos. Las personas que tenemos una opción sexual diferente no nos queda otra salida, y más en una sociedad tan represiva como la arequipeña, que irnos.
¿Pero, como todo el mundo, no cree que quiso irse por una moda, por huir?
No, no era la moda. Mira, quizá no te tocó vivir, pero era una época donde el desempleo (que sigue siendo un problema muy grande) te condenaba a seguir dependiendo de los padres. Salías de la universidad y no encontrabas cómo ganarte la vida. Entonces los estudios eran una alternativa. Y para mí fue una posibilidad maravillosa encontrar una beca.
Ahora que de vez en cuando regresa ¿no ve que nada cambió y sigue la continuidad, que la juventud quiere irse, que el Perú está igual y va a seguir dejando salir a su mejor gente?
Sí, yo siento que es un problema muy grande que los gobiernos no hayan tenido la suficiente competencia como para solucionar el problema de dar alternativas a los jóvenes que salen de la universidad, para que no sigamos teniendo fuga de intelectuales.
Yo sigo siendo peruana, tuve resistencia a dejar mi nacionalidad. Aunque muy poco me sirva viviendo en el extranjero, porque yo no me beneficio de los gobiernos por los que estoy obligada a votar. Porque el voto es una obligación. Así, aunque yo no quiera, mi conexión con el Perú es más distante, aún haya buscado alternativas de retorno. Aún haya hecho estudios con relación a la disidencia sexual, que sigue siendo un tabú en el Perú.
¿Ver a la gente salir del país, que no tiene futuro ni aval para triunfar y que luego serán denigrados en otros países, no le produce angustia?
Sí, son denigrados, y es espantoso, hay situaciones de esclavismo que todavía existen. Como el asunto de los polleros en México (que comercian con inmigrantes para hacerlos ingresar a EE.UU.) que se aprovechan de la gente, les quitan el dinero, los abandonan en el desierto sin comida ni agua: verdaderamente dramático.
Bueno, cambiando de tema, ¿sus libros por qué no se publican en el Perú?
Plaza y Valdés, la editorial, no tiene distribuidora en el Perú. Mis libros se publican en Bolivia, Argentina, Ecuador, Costa Rica, en casi toda Latinoamérica pero no en el Perú por falta de distribuidora.
¿Cuál es el suceso más importante en su sexualidad, el cambio más resaltante...?
Mi salida del clóset en el Perú, a través del programa de Denegri, que no sólo me implica a mí, sino que se lleva a toda la familia. En mi casa se recibían llamadas como: «Me enteré que tu hija es lesbiana», todo como una suerte de acoso. Y entonces se generó una inmensa bola que arrasaba con todo. Mucha gente no sabía que yo tenía una opción sexual diferente. Y es que se debe entender que las lesbianas, los homosexuales, los transgenéricos no son gente delincuente, ni lacras, sino gente corriente con una opción sexual diferente.
¿Qué le recomendaría a la chica que se siente reprimida por tener preferencia sexual por el mismo sexo?
Que reivindique su orgullo de ser como es. Que no permita humillaciones. Cualquier opción que tome un ser humano, es digna de orgullo.
¿Una lesbiana entonces debe ser orgullosa?
Claro que sí. Por ejemplo el asunto de los movimientos sociales ha ayudado a que la sociedad cambie de perspectiva. La sociedad cambia permanentemente, y con el trabajo que hacemos logramos en algo solucionar esto. Hacemos lo posible para que no vivamos tan aisladas.
Cuando los homosexuales empezaron a salir en los Talk Shows, ¿no cree que fueron más aceptados luego?
Creo que los Talk Shows son una especie de circo romano, dispuesto para que se burlen de los personajes que ahí aparecen. Son programas bastante denigrantes que no dan una imagen veraz, y hacen que se imposibilite un tratamiento científico de los casos o temas que ahí alegremente se tratan.
¿Usted se siente proscrita?
No. Por su puesto que no. Estoy orgullosa de lo soy, de lo que hago, de lo que siento, y de lo que me apasiono. Aún así la sociedad proscriba algunas de mis acciones.
En la época romana, la sexualidad era más libre.
Si, es cierto, pero no era una identidad genérica. Los hombres tenían libertad para experimentar, pero sólo casualmente. Pero eso no era una identidad genérica, una identidad con la que uno vive.
¿Qué les dirías a las personas que dicen que sólo hay dos sexos, y no uno tercero?
No hay un tercer sexo. Pero existe una gama de posibilidades de identidad sexual. Hay intersexos como los hermafroditas, que son un número considerable, que la ciencia tradicional trata de ocultar. No necesariamente el género coincide con el sexo biológico. El género es un asunto cultural y el sexo es un asunto biológico. Uno nace con un sexo, pero no con un género determinado. En un ámbito de democracia uno puede construir el género que quiera construir. Es decir, la sociedad nos ha obligado a asumir un género determinado por haber nacido con un sexo determinado.
¿Se debe decir opción genérica y no sexual?
Opción sexo-genérica... Los heterosexuales nunca se han cuestionado si en realidad ellos querían ser heterosexuales, o si así devinieron porque la sociedad los obligó a optar por esa opción. Las posibilidades del género son muy amplias y uno puede transitar de un género a otro, e incluso tener un género móvil.

Enero, 2003.

miércoles, 23 de julio de 2014

En su día internacional


La tragicomedia del Teatro

Como todas las nobles artes del mundo a las que la industria no les proporciona apoyo, la subsistencia y continuidad del teatro depende de sí mismo, de sus propios nervios. El teatro como arte sublime asegura su fortaleza en el ánimo férreo de unos cuantos, empecinados en darle vida continua por el resto del tiempo.


Es el género literario exclamativo por excelencia. Arte grupal, donde participan varias personas aportando diferentes quehaceres, desde los creadores intelectuales hasta los actores, el director, los coreógrafos; los encargados de plasmar en la realidad las cavilaciones o abstracciones del autor.
El teatro, como género literario (que para algunos ya se desligó de la literatura) no es simplemente un suceso programado con antelación para provocar entretenimiento, la distracción inmoderada del público expectante. El verdadero teatro busca la reflexión, es una profunda llamada de atención a la conciencia, en muchos casos dirigido a crearla desde sus raíces.
En la mayoría de países el teatro lentamente agoniza, pues como el gran público no gusta exigirse en pensamientos y honduras mentales, no hay cómo hacer para conquistar los favores económicos necesarios para subsistir. La taquilla personifica la más severa y afilada guillotina. Suele llamarse teatro no comercial a las obras que pretenden explotar arte, antes de las que buscan ser negocios rentables so pretexto del entretenimiento.
Mas su valor particular va más allá de todas las consideraciones de segundo orden. En contraposición de los medios de comunicación masiva, que latentemente plantean el letargo de los espectadores, el teatro de factura compite con los monstruos del entretenimiento. Lamentablemente pierde la batalla. El drama que vive este arte hace que en cuidados intensivos descanse su propio futuro... sin embargo es seguro que eternamente estará ahí, resistiendo gracias a la labor de pocos altruistas que aún creen en la cultura de la gente.
Aparte de cualquier sentimiento pernicioso, en el día internacional del teatro, la celebración debe ser completa, pausada y reflexiva.


LA COMEDIA

Aunque no la más antigua (ni la primera al momento de las enumeraciones) la comedia es un importante segmento del género dramático, la más utilizada por antonomasia. Nadie es ajeno a ella, todos la han vivido, gozado y padecido de continuo. Para vivirla es necesario solamente un escenario de proscenio, para separar notoriamente al público de la ficción. En muchas comedias el director entra en escena, para fomentar de antemano el mensaje de improvisación. Para comprender a cabalidad la comedia podemos imaginar al director en las vestimentas de juez letrado del Estado, en pleno proceso penal con un, supongamos, ex perseguido político, o, mejor, ex agente de inteligencia nacional, pérfido y maligno, que hechizó con potentes y malsanos artilugios (la mayoría de estos ilegales) a las inocentes tropas de aparato gubernamental y nacional.
Como vemos la comedia se caracteriza por utilizar personajes vulgares, extremadamente cotidianos. Las coreografías son utilizadas de preferencia, pero no son imprescindibles. Los casos para llevar la comedia a cabo pueden multiplicarse infinidad de veces, consiguiendo fácilmente bufones (mejor si son féminas) para las escenas de celos y amor desengañado, que siempre causarán los efectos deseados en la audiencia. Y las comedias de este tipo no se gastan rápido, es factible repetirlas día y noche con ligeras innovaciones (ora un insulto, ora un desmayo del personaje principal), innovaciones con las que se seguirá estimulando al público. No tiene pierde.


EL ABSURDO

El teatro del absurdo empezó en el siglo XX, como despliegue de vanguardia. En él no predomina la asfixiante razón. Los sucesos obedecen a nobles, alturados y profundos pensamientos que a veces ni los propios personajes entienden. Veamos por ejemplo a un desventurado presidente de un país tercermundista, demandando airadamente ciertos puntos impostergables a una poderosa sociedad extranjera. Él sabe, al mismo tiempo de su protesta, que en la vida va a lograr la cristalización de siquiera alguna de sus exigencias, pero igual las dirige.
En jerga teatral para esta clase de obras se requiere un escenario de corbata, donde el público rodea por varias partes el desarrollo de las actuaciones. En el teatro del absurdo las cosas no escoltan a la lógica. Podemos remitirnos al ejemplo anterior para verificar lo expuesto. El personaje principal descarga sus diatribas para que sectores desorientados crean que los está defendiendo, cuando sus intereses íntimos son, si es que los tiene y los entiende, alimentar su popularidad o al menos no desvencijarla del todo.


LA TRAGEDIA

Fue el primer género utilizado por los griegos. Los personajes son grandes atormentados, seres enhiestos, tiesos y derechos que no se encuentran todos los días así por así. Generalmente son míticos, semidioses bajados del cielo: leyendas andantes. Sus atribulaciones atacan hondos problemas de la existencia. Pocos son los capaces de resolver conflictos de tales envergaduras. Por ejemplo el emperador bondadoso y justo que dirige una batalla contra infames y peligrosos fanáticos. Fiel a su labor mesiánica el mundo será salvado finalmente gracias a su inigualable desempeño. Esta es la tragedia en su mayor grado.
Pero como en toda obra, antes del desenlace hay antecedentes, motivos y aspiraciones, al vengador del futuro no le faltará fraguar ciertos datos, esquivar algunas leyes —para enriquecer la obra, el héroe adquiere matices— y en vez de combatir al peligro del terror, se enfrenta a un antiguo conocido familiar (venganza hamletiana). Y como guerrero, su recompensa posiblemente sea consumada: millones de galones de un codiciado oro negro...
El mundo es, en general, un teatro de innumerables representaciones.
Telón.

Marzo, 2003.


lunes, 14 de julio de 2014

El Quijote en Lonquilandia

Si leer nos hace mejores, ¿por qué en Arequipa predomina la inquebrantable ley que arrincona el valor de la lectura y desdice su prestigio? La literatura y los escolares viven en permanente disputa, alimentando relaciones de indiferencia acérrima o declarado desdén. A continuación, un acercamiento a los «figurados» hábitos de lectura, envuelto en la acalorada visión de un excéntrico personaje.


En las faldas de tres peculiares y dispares volcanes, a guisa de cuesta descansa, crece y ruge una ciudad, construida con diáfanas rocas extraídas de canteras. Dizque en ella, los párvulos se instruyen reflexivamente en las artes del pensamiento. No hay pergamino escrito, por añejo que fuere, que no sea del familiar conocimiento de todos sus pequeños lugareños.
¿No creéis Sancho que los hábitos de lectura, sobre todo en los mozuelos de esta villa, se hallan tan desarrollados como las fastuosas potrancas de Rocinante? ¡No, hombre!, no me refiero a las vestimentas, desorientado compañero, sino al placer reconfortante que ofrece la fantasía al recorrer las travesías de los heraldos, las hazañas de los héroes y la continua lucha por la búsqueda de la libertad. Ruégote prestar atención a mis lamentos.
Las juventudes que renuevan los laureles del ayer, imposible se estén marchitando. La flor y nata de la cultura florece como los campos fértiles en primavera, hay para rato. Los recién nacidos ya leen, se encaminan casi por sí solos a inmensas casas de recreación e instrucción, llamados colegios. Ahí su naturaleza los encamina por la disciplina sin necesidad que otros se los indiquen a cada nada.
En lo antiguo, pocos gozaban la suerte de ser educados, Sancho. Ahora que todos tienen facilidades a diestra y siniestra, apurados y contentos se dirigen a sus centros, a gozar y moldear la literatura nuestra de cada día. Fíjate montarás, qué dichosos y sonrientes leen en las zonas verdes, extendidas por toda la campiña, en derredor del representativo río de esta comarca. ¿Qué, Sancho? ¿No ves la extrema calma con la que atacan sus textos? Cuánta parsimonia y quietud descansa en sus rostros concentrados; al leer, casi ni se nota que intentan escapar de los copiosos mosquitos que por la gran viña pululan. En los costados de este camino se han asentado tantos ilustres colegios, ¡justamente para probar el nivel de concentración que pudieren alcanzar! Eso se llama previsión.
Los libros de texto, obligatorios para estudiar la literatura universal, latinoamericana o peruana, baratísimos se encuentran en las librerías. Brindando sus páginas abiertas a los mejores postores, ofrecen profundas y amplias visiones de todos los autores escritos del planeta entero y a lo largo de toda la historia. Además estos comparten el escenario con libros de verdad, escritos por sus propios autores. Suficiente con un par cada seis meses; tal es la media. Aquí leen más que en mi natal España, ¿será por el influjo del sillar, los volcanes o los periódicos temblores?
Sancho, los jóvenes leen nuestras vivencias en fragmentos. Qué felicidad embarga mis entrañas. Contemplad nuestras apariencias y figuras entonces, amables lectores; en el capítulo tantos tantos de nuestra aventura al pobre de Sancho sólo se le describe la cabeza. Por eso la confusión de estos y aquellos, al creer que mi compañero está hecho a medias. Oh, por tal ¡cuánta riqueza y variedad! La gente vive distintas y mejores historias, a su modo de leer, partir y departir, compartir y combatir.
Aunque son las que menos escriben, las señoritas leen más que los muchachos. Los poemas y pequeñas narraciones son las vías literarias por donde los jóvenes expresan sus sentimientos, (dolores y caídas generalmente, pues a sus estados de alegría no los acompaña la reflexión). Y figúrate, atolondrado amigo, lo difícil que es entrevistarse con alguna zagala. Como ellas son las que siempre leen, devoran los libros casi literalmente; sólo deben aderezarlos un poco, y ya está. Asombrarte sería una nadería al verlas ávidas por culminar la lectura depositada accidentalmente en los troncos de empinados árboles. Su voraz apetito me recuerda, no sé por qué, la belleza de la tierna Dulcinea. Qué misteriosa relación habrá entre éstas. Y más difícil es hallar a las maestras, ellas siempre estarán ocupadísimas leyendo hasta antes del fin.
La televisión, el avance tecnológico, Internet y los juegos de video, influyen en sus preferencias al momento de acercarse a un libro. Lo que sea, con tal de tener un libro entre las manos. Las opciones funestas hasta por los padres bienvenidas son. ¿Cuáles serán los motivos que más los atraen? ¿Alguien controla sus lecturas, cuando estas se dan? La mayoría de los mozuelos muestran, evidentemente, predilección por el golpe. No me interpretes mal Sancho, me refiero a la violencia de la tecnología actual. Se trata de buscarle algún relevo para el diablo o cosas así, siendo valiente y temerario, luchando contra el roñoso carcelario, que atosiga a todos los fanáticos lectores de la fantasía. Pues las aventuras son las más favoritas, ve Sancho ¡con qué gozo consumen nuestras gestas! La acción en nuestros textos está al máximo, como a los escolares les gusta, cumplimos con los requerimientos de actualidad.
Zambullirse en la literatura es considerado hoy casi una extravagancia. Y no va a ser, si en ella no hay que hundirse. No. Simplemente hay que enlazarla lo justo hasta que nos abrace el cuello, hasta que nos envuelva suavemente y quedemos felices frente al libre albedrío de la soga. Los absurdos son cosa del medioevo. Rutas prácticas son el estudio, la lectura y las letras. Mucho mejor si estas están escritas, pues claro.
Y las escuelas brindan preparaciones integrales, para nada exigentes; todo es tan armónico como los salmos amorosos del juglar enamorado. La literatura en otros idiomas es el fuerte de muchas. Ok Sir, today I want to read more than yesterday. Es falso pensar que algún prejuicio socava sus mentes, ninguna nueva carrera los puede seducir pues su futuro es parte de la literatura... los Vargas Llosas que vendrán, listos y aliñados ya están estudiando su fructífera ingeniería; pues supieron escoger lo correcto. ¡Cosas veredes Sancho!
Sancho, hubiéremos visitado alguna ciudad menos ilustrada, para divertirnos más..., y no apesadumbrarnos con tanto intelectual paseando por los colegios. Callados y reflexivos, no provocan ningún holgorio, algazara o jaleo. Mejor volvamos como caballeros de afinada hidalguía a nuestra entrañable posada, a rescatar algunas damiselas de los gigantes astutos, que nos las quieren hurtar.

Marzo, 2003.


lunes, 30 de junio de 2014

Dualidades y cualidades de una diva

Las horas contadas de Virginia

Luego del estreno de Las horas, libro llevado al cine que nació a partir del efecto que impulsa la obra y biografía de la singular novelista inglesa, Virginia Woolf, los argumentos que sustentan su esplendor y lucidez literaria se han avivado, cautivando con su reflexiva creación y austera vida a más de uno.


Una escritora, dentro de la época victoriana inglesa, por demás conservadora y pasiva, en un inicio puede promover suma sorpresa. Pero al momento en el que le correspondió germinar y publicar sus primeros libros, Virginia Woolf parece que tuvo todo a su disposición para arremeter decididamente en la literatura.
Descendiente del reconocido novelista británico William M. Thackeray, e hija de un padre culto que se preocupó por formar en sus vástagos el amor por las letras y lo sublime de la cultura, el destino literario de Virginia Sthepen (que luego de casarse adquiriría el apellido Woolf de su esposo) estuvo delineado desde mozuela. Además, tuvo la suerte de vivir próxima a la mayoría de las familias cultas de Inglaterra.
Su educación fue diferente a las mujeres de su generación, privilegiada pero lamentablemente aislada. No fue al colegio debido a su precaria salud, no como otros coligen que en ella se impuso una autoridad machista; pues su familia tenía a la cultura y la ilustración como si fueran líquidos naturales que corrían por sus venas. Mas, junto a su padre, forjó una preparación para la vida bastante codiciada.
Como es evidente, Virginia Woolf creció en medio del saber de su época, en un ambiente propicio para ser escritora. Desde joven formó parte del famoso círculo intelectual, en el que coincidían literatos, poetas y filósofos, denominado: «Bloomsbury group», coronado por el rememorado escritor, su coetáneo, E. M. Forster. Esporádicamente asistieron también a tales reuniones obeliscos intelectuales como Bertrand Russell, T. S. Eliot y Aldous Huxley.
Ella raudamente empezó a publicar sus propios libros —ofreciendo novelas continuadamente—, compartiendo su labor intelectual brindando desinteresado apoyo a intelectuales aún desconocidos, con la editora que creó junto a su esposo. De ánimo generoso nunca negó apoyo a sus homólogos; eso sí, los incentivó a continuar con sus propósitos.
En la búsqueda constante de nuevas técnicas narrativas, Virginia Woolf se exigió como pocos escritores lo hicieron con ellos mismos. Siempre a la vanguardia y en pleno dominio de los nuevos «descubrimientos» técnicos que se empezaban a utilizar, ella aportó considerables aciertos al discurso narrativo. El flujo de conciencia o monólogo interior entraba a la fiesta por la puerta grande. Como despreciaba toda clase de academicismo literario —para ella no existían los preciosismos— de su mano fluyeron, entonces, abundantes novelas experimentales; las que publicó a ritmo regular y acompasado.
Muchos escritores buscan obsesivamente «una gran historia que contar», algo sorprendente que llame la atención del público y los haga notorios y merecedores de reconocimiento... Para Virginia: «El tema propio de la novela no existe; todo constituye el tema propio de la novela», rechazando de plano pequeñas desmembraciones, segmentos más importantes que otros. Afirmando luego que sabía crear toda clase de narraciones, sin embargo, para los argumentos de un solo parámetro, les administraba profunda indiferencia.
Cada vez menos acción presentaban sus obras, donde hasta el más mínimo instante en la vida de sus personajes era de valiosa mención. «La mente percibe miríadas de impresiones triviales, ya fantásticas y efímeras o grabadas con la precisión del acero. Ellas surgen, se repiten, y su acento ya no es el de antaño.» Para ella eran capitales aquellas sutiles experiencias, del normal de la rutina, donde los seres humanos permiten (únicamente en estos momentos) reflejar su verdadera personalidad, sin disimulos ni actuaciones.
«¿No es la tarea del novelista coger el espíritu cambiante, desconocido, ilimitado, con todas sus aberraciones y complejidades y con la menor mezcla posible de los hechos exteriores y ajenos?» Por tal afirmación a sus novelas se le catalogaron de intimistas, que escudriñaban los pequeños resquicios que para muchos pasaban desapercibidos. Donde los personajes no debían ser rígidos, sino evolucionar entre sí, poseyendo siempre incontables matices que los iban amoldando de acuerdo al paso del Tiempo —uno de los grandes hilos conductores de su obra.
Marca de madurez, cuando los personajes opinaban menos, y ella describía más. Los límites convencionales del mundo no son muros infranqueables, torres inevitables, sino todo lo contrario, todo cambia, da vueltas. Tuvo la ambición para crear una forma femenina de narración, a la par de los vanguardistas como Joyce, Kafka y Proust, geniales contemporáneos suyos. No por nada a Virginia Woolf se le considera una de las novelistas más reflexivas de la historia de la literatura, pues como para ella no primaba el movimiento sino la percepción, los acontecimientos estaban en desventaja de los pensamientos. Pensamientos que supo anotar con un cargado lirismo colindante con la poesía.
Una visión personal de la vida: un faro que ilumina las pequeñas cosas, les da importancia, para luego abandonarlas y dejarlas a la mitad. La unidad se establece cuando, desde otra perspectiva, se retoma tal sensación. Bajo esta modalidad se desenvolvían sus historias, en que partiendo de otros personajes, se regresaba al tema aportando otros puntos de vista, los cuales dejaban entrever la personalidad de dicho personaje.
Y no se puede sostener que le haya faltado frescura. El humor inglés, tan fino y a veces difícilmente de percibir, apareció tímidamente, en algunos casos, y en otros sagazmente, asomando en sus textos. La suave ironía se mezclaba con desgarradoras afirmaciones que incitaban a la melancolía y la desesperación. Pues a Virginia Woolf la interesaban extremos opuestos; exigiéndose siempre más de lo normal para escribir libros como pocos habían logrado.
Su obra resulta indispensable, maestra de la literatura inglesa, renovadora original y tenaz, que logró decir más con la detallada descripción de un paisaje y con diálogos sencillos y cotidianos, pero profundos, que con vastas alegorías a acontecimientos y argumentos.
Con una vida retraída, con pocos datos de su existencia, donde cuentan unos pocos viajes por Europa, la mayoría del tiempo se la pasó escribiendo. No tuvo descendencia y hasta el final no hizo más que escribir y escribir, sintiendo cada vez más melancolía y desconcierto por todo lo que pasaba en el mundo.
La depresión que sentía por culpa de la Segunda guerra para muchos provocó su suicidio. En parte tal aseveración es cierta, pero lo que condicionó su mente para tomar esa extrema decisión fue el abandonarse enteramente a su propia conciencia estética (rechazando lo formal), que mantuvo hasta el fin de su vida. Presa de angustia, los motivos no fueron pocos. El desequilibrio mental en el crepúsculo de su vida no tardó en precipitar las cosas.

Marzo, 2003.

lunes, 23 de junio de 2014

Arthur Schopenhauer y la herencia

El calendario coincidió con Schopenhauer, el gran filósofo y escritor alemán, motivando nuestro intelecto para consagrarle un escrito de retribución a todo el esplendor de su genio y a la continuidad que de su pensamiento y estilo discurrió, en esta fecha en la que se acumulan 215 años de su nacimiento.


Signo dominante de la modernidad: incentivar el cambio.
La afirmación enmarca una constante en los hombres que tienen a la lucidez como hermana. Hombres que al momento de remarcar su destino, la decisión de separarse de sus antecesores, no significa más que el proyecto del ego fortalecido, en pos de ensalzar sus propias ideas, originales y todo lo que se quiera, con tal de disponer un camino propio.
Al avanzar el tiempo y cuando las aspiraciones intrínsecas fluyen hacia el pensamiento, la alimentación intelectual en un inicio es desordenada, apremiada y todo superficial. Mas siempre llega un escrito, libro o escritor que hace despertar la conciencia, en el preciso instante en que el sujeto relee lo que sin percatarse llevaba dentro; cuando se tocan las vísceras y las cuerdas que lo conmueven y le hacen vibrar cual instrumento bien afinado.
Así pasó con Arthur Schopenhauer por doble vía. La primera, al momento de leer algo que lo trastornó —al dedicarse a las letras siempre una fibra íntima se quiebra—, como sucede con las sentencias orientales que le fueron familiares; y segundo, los que vinieron después y lo tomaron como ejemplo y guía —cuando las ideas son anotadas y la voz interna es solitaria y autónoma, se tiende el camino de una corriente.
De seguro, los textos que cumplen estos no tan sencillos requisitos, con el pasar del tiempo abrazarán a incontables lectores, y si no hay suerte, a seguidores, que crearán escuela. Como la función del mejor maestro es formar maestros y aniquilar discípulos, servilismo y dependencia, de la pluma de Schopenhauer se inspiraron otros grandes pensadores (ya no filósofos) como Nietzsche, de quien a su vez partió Cioran. Ejemplos contundentes que afligieron y reconfortaron sus respectivas y posteriores generaciones, dependiendo de los tipos de lectores que encararon.
Ahora, uno conoce al anterior, pero jamás lo imita adrede, en un inicio asimiló sus dictámenes, pero al querer continuar una brecha abandonada a la peligrosa lucidez, delineó los personales bramidos para que se encuadren en el marco de su carácter, experiencias y lecturas. Siempre el precedente es más dócil que el siguiente.
Por el mismo lado, dentro de esta cadena de eslabones tan disímiles, fácil es afirmar que los temas que tocan los tres como puntos de referencia no tienen relación alguna. Pero lo que está a las espaldas y los abraza no es simplemente un temática, sino un ritmo, un particular estilo, diferente pero a la vez análogo.
A ellos los caracteriza la preferencia por la estética adjunta a su respectiva estilográfica. Sus escritos, de excepcionales temperamentos, ahondan en el pesimismo más devastador hasta por poco dejarlos exánimes. Y Schopenhauer —para su época— estuvo terriblemente decidido a sumirse entre las penumbras más inexpugnables del hombre.
Lo más pesimista que un filósofo puede llegar a ser, es otorgarle tan generosamente a los hombres, la potestad para elegir uno mismo el mundo que quiere vivir. Tremenda dadivosidad jamás pudo ser aceptada por el entorno que le tocó sobrellevar, por tal, siempre fue señero, retraído y alejado. Desconfió del laberinto de la realidad, resaltando la representación que uno se hace del mundo a través de su voluntad.
De su obstinado periplo, que adoleció de tardío reconocimiento, los que tomaron la posta, luego de ser seducidos por su profético escribir ya asistemático, renegaron del antecesor, nada más que para convencerse de que ellos mismos son diferentes. De eso se trata, endilgar su propio canto, inicialmente mancillando al icono, para con la sagacidad cristalizada y propio repertorio instituido, asumir con deferencia los monumentos antes socavados.
De la modernidad (constante fluir hacia una anhelada novedad) no se puede más que depositar la costumbre. Renovar y renovar lo antiguo ofrece como resultado el cambio inevitable, por lo que pasó de moda, a lo que todos inconscientemente presagiaban. Sí, la ruptura es cosa de todos los días.

Marzo, 2003.


lunes, 16 de junio de 2014

Piano: virtud, energía y sosiego

Arma inquebrantable para albergar el espíritu y combatir la desaprensión que el devenir social conlleva: el piano. En tiempos que obligan a la reflexión y al cultivo del mundo interior, la música es un bálsamo refrescante, necesario e imprescindible para fortalecer el alma y despertar la sabiduría que todos llevamos dentro.


Es el instrumento más cromático, el más completo, el que ningún compositor felizmente puede evitar. Por la cantidad de sonidos —el más completo— se pueden reproducir casi todas las tonalidades que engloba el pentagrama (a excepción de los medios tonos y las degradaciones que alcanzan los instrumentos de cuerda frotada) para al momento de componer, contar con la ventaja adecuada para aprovechar el sonido más rico de cada instrumento. El pianoforte, combinación de suave y fuerte, llamado piano hace ya mucho tiempo, sólo es comparable con el órgano, mas goza de la dilección eterna de todos los músicos.
Los más grandes genios musicales aprendieron con suma facilidad a sumergirse en este mar de teclas, calmas y bravías, que es el piano. Creado a partir de la evolución del clave, el clavecín y el clavicordio, el piano revolucionó el color en los sonidos, explotando la modulación jamás alcanzada en los instrumentos compuestos de percusión y cuerda.
Los románticos fueron los primeros que se dedicaron con fuego y pasión a descubrir y extraer melodías de su interior. Entre ellos se encuentran los primeros virtuosos, Mozart, Beethoven. Conocedores privilegiados del instrumento, cuando éste antiguamente presentaba un tamaño inferior al que se le conoce ahora. Los anteriores compositores, del periodo barroco, si bien eran unos magníficos ejecutantes del violín, el clave, y el órgano, no llegaron a conocer la técnica del piano. Ellos atacaban el teclado con una cortesía y mesura delicadísima, donde no estaba permitido mover los brazos, y sólo se exigía una digitación ágil y obediente. Más adelante llegaría el vigor y la violencia de los ataques con todo el brazo, incluidos los pectorales, como enseñara Liszt.
Hasta que se encuentra al símbolo predilecto de los pianistas: Fryderic Chopin. Él y Rachmaninov, profundos conocedores del piano, son, sencillamente, maestros. A despecho de otros compositores (sin desmerecerlos) que legaron piezas incomparables para el teclado, este dúo del parnaso musical entregó laureles inmaculados de perfección y limpieza; donde siempre innovaron inéditas artes debido a sus consolidadas destrezas y evidentes aptitudes innatas.
El gran Beethoven muestra en muchas partituras falencias veniales, una falta de rigurosidad con el metrónomo, que recién se utilizaba en aquellos tiempos. Confirman sus errores matemáticos la dificultad para multiplicar, que lo persiguió toda su vida. El gran Mozart profusamente componía melodías cuadradas sin octavas, las que sólo utilizaba como variación del tema principal, y nada más. Pero Chopin y Rachmaninov con su profunda comprensión del teclado aportaron nuevas técnicas al lenguaje pianístico en sus respectivos siglos, el XIX y el XX.
Otro episodio aparte merece Liszt. Actualmente en Viena, la capital de la música, a Liszt no se le tiene mucha estima como compositor. Se trata de escoger, y un pianista debe escoger. Ejecutar una pieza suya, para un músico profesional, le lleva mínimo un par de años, nada más que para aumentar a su repertorio tres exiguos minutos; pues sus obras disponen una complejidad tal, que sólo su autor podía desarrollarlas. De todos modos Liszt fue un majestuoso pianista, un espectáculo apremiante.
Así avanza el siglo XIX, con compositores de mención obligatoria que gran parte de su obra la dedicaron el piano, como el post clásico Schubert, que alcanzó al umbral del romanticismo, y los románticos Schumann, Mendelssohn, además de los tardíos Brahms, Tchaikovski, Dvôrák, Grieg, infinidad de grandes músicos, compositores y pianistas, que con refinado gusto aportaron lienzos inesperados a la literatura del piano.
Entrando al siglo pasado, además del mencionado Rachmaninov, destaca por su aporte pianístico, a parte de ser un músico autodidacto, Schönberg, que con maestría demostró la precariedad de lo tan venerado, como es la preparación académica, cuando él por sí solo pudo alcanzar lo que muchos otros no, con todas las comodidades del caso. Se trata de trabajo arduo, y verdadera pasión.
En esta época, rebosante de pianistas profesionales, es muy difícil adelantar nombres de grandes compositores. Los pianistas disfrutan fama y dinero antes que los compositores, que están dictaminados a ser segmento del futuro, pues todos siempre son personajes póstumos. Los genios se adelantan a su época, e irremisiblemente no son comprendidos por sus contemporáneos. Así pasa con los compositores, en vida deben solicitar cualquier oportunidad que se presente para alcanzar una merecida posición.
Los que crean, componen, no se les asume al mismo nivel que a los que ejecutan. Para dedicarse a compositor hay que afrontar muchas vallas y pugnar por el resbaladizo reconocimiento en pleno centro de Europa. Pero eso no es un asunto que le competa al piano, él no debe rendir cuentas por lo que padecen sus más ilustres tripulantes por culpa de sociedades demasiado asentadas.
En los últimos años en Viena, la capital mundial de la música, se ha empezado a fabricar pianos que incluyen hasta el Fa agudo, dejando atrás al Do, y en las notas graves ya se aumentó una octava más, cuyas cuerdas fácilmente asemejan sogas. Los pianos varían en flexibilidad, siendo los de cola los más recios, peor cuando están nuevos. En el Perú existen nada más que dos pianos dignos de mención, que se encuentran en Lima.
Pocos son los pianistas que tocan los modernos teclados electrónicos. Ninguna invención tecnológica podrá emular la sensación natural que el piano ofrenda. El pedal, el marfil y la madera de las teclas, la presión y el peso, el retorno, además de la modulación, son irremplazables características que ningún avance logrará nivelar. El piano, pequeña gran caja, joyero de la enseñanza para aprender a vivir. ®

Marzo, 2003.


lunes, 9 de junio de 2014

Literaturas de una conquista

Contienda de dos civilizaciones

Producidos y acreditados por la fama de sus progenitores, Francisca Pizarro y Álvaro Vargas Llosa, juntos, en una sociedad que sobrepasa fronteras y desplaza al tiempo. La historia biografiada de la hija del conquistador del Perú, el extremeño Francisco Pizarro, reconstruida y relatada por el no menos reconocido y controvertido periodista y escritor peruano.


Luego haber corrido la mala suerte de ser proscrito de su país, Álvaro Vargas Llosa, dedicó su tiempo a finiquitar la obra que hace unos años antes no lo dejaba descansar tranquilo. Por sus actitudes poco amistosas con el gobierno de turno en su país, incluso desde antes que éste se cristalice, según él, se montó una especie de «cacería de brujas» contra su persona a fin de acallar su influjo político y su severa actitud crítica.
Al ser declarado reo contumaz por el gobierno, no le quedó otra salida que huir de su tierra (en la que tampoco discurrió mucho tiempo de su existencia), para comenzar a redactar la historia que le inquietaba intelectualmente y le despertaba hondo interés. Se fue a la capital de la Madre Patria, para poner las manos a la obra, previamente realizando un concienzudo estudio de los acontecimientos que de la obra trata.
Álvaro sabía que permanecer en la clandestinidad traía sus beneficios, pues bajo esta condición se podía dedicar uno a sus estudios de lleno. Luego de los polémicos momentos y de los deslices públicos que varias veces cometiera, este hombre más notorio que introvertido, se dedicó de lleno a trabajar en el proceso creativo de la escritura.

*

Por aquella época las costumbres aún se hallaban en la más completa divergencia de circunstancias. Las nuevas situaciones no podían dejar de asombrar a quien sea que se detenga por un instante y reflexione sobre los sucesos que se estaban dando, de aquel choque de civilizaciones tan dispares, extrañas y extremadamente apartadas.
Los castellanos paso a paso ya se habían establecido en el nuevo continente, que de nuevo tenía la inocencia, venidos de la vieja Europa, que de vieja adolecía de despilfarro y avaricia. Soliviantados por el rey que reafirmaba su ambición diciendo que: «En su imperio no se ponía el sol», jactándose de la imponente extensión de sus dominios, los españoles invadían prestamente las vírgenes tierras del continente recientemente encontrado.
Dichosos, y por la falta de mujeres de su idiosincrasia, se regodeaban con todas las doncellas indígenas que a su alrededor generosamente disponían. Además, era parte del juego diplomático de los nobles, usar a las cortesanas (en infinidad de casos las mismas hermanas) para estrechar lazos de parentesco con aquellos guerreros opuestos, con los que convenía adherirse. Por tanto, las mujeres quedaban más sometidas a los hispanos que a sus propios hombres, los aborígenes.
Así fue como Inés Huaylas, antes llamada Quispe Sisa dentro del mundo andino, la hermana de Atahualpa, el potentado heredero para la gente del norte al trono del Tahuantinsuyu, fue ofrecida por éste mismo al recién llegado y misterioso señor de barba rala y cabellos brillantes, llamado Francisco Pizarro. La movida sólo formaba parte de las tácticas políticas, que al final no fructificaron; pero la transacción igual fue llevada a cabo.
Entonces de esta unión, unión que significaba la mezcla más categórica e insigne de dos culturas, nació como hija primogénita, Francisca Pizarro Yupanqui. Corría el año 1534. Su madre apenas fuera de la adolescencia; su padre, a punto de quemar los últimos años. Ella, princesa Inca, último vestigio de su noble, inimitable e inteligente casta, la que se manifestaba en cuantiosos casos, como la facilidad para aprender ajedrez en pocos días de su prisionero tío Atahualpa, o la celeridad para hablar el idioma castellano en menos de dos semanas. Él, Pizarro, aunque hombre inculto, le enaltece la vergüenza por no ser instruido, aparte de su valentía y su desarrollada inteligencia para la guerra, que le eran innatas.
Y es así como la mestiza niña, símbolo de una fusión intercontinental, crece dentro de dos mundos, con la dificultad para poder diferenciar entre su real origen, al medio de dos corrientes encontradas. Educada al inicio por su propia madre, al ser asesinado Pizarro, huye como todos sus hermanos, primero a Tumbes, luego a Quito, hasta ser desterrada a España a la corta edad de 17 años.
Sin la identidad definida, Francisca, en el viejo mundo, busca y probablemente encuentra una nueva forma de vivir, a expensas de su inmensa fortuna heredada por ambos padres. Se casa con el hermano de su padre, el también conquistador Hernando Pizarro, al que le da 4 hijos. Empieza a gozar del lujo, y una vez viuda, contrae nupcias nuevamente con un muchacho menor.
Es probable que para no sentirse muy madura frente a su esposo, hizo uso exagerado de joyas y ropas costosas que en apariencia le disminuyan la edad. Y así, pasó su vida, sin mayores datos que puedan dar luces sobre sí, no dejó cartas ni documentos importantes para reconstruir su vida. Murió en 1498, a los 65 años. No obstante, ¿habrá podido desligarse completamente de su sangre nativa? ¿Olvidarse de las usanzas de sus antiguos? ¿A los emigrantes no les queda eternamente un halo de nostalgia por el terruño abandonado de pequeños?
Francisca Pizarro fue el ejemplo vivo de todo un proceso de mestizaje en todo un continente. Con ella se puede comprender todos los intrincados sentires que padeció, tanto como gustó, la civilización naciente que luego formó parte cardinal de todo un sector del hemisferio.

*

El escritor supo después que ya poseía una historia entre las manos, con todos los requisitos de rigor, coherencia, temporalidad, interés, y demás, para poder edificar un libro.
En su investigación no gozó de los tomos suficientes como para hacer simplemente un trabajo de valoración, luego exposición y argumentación, sino que inexistentes eran las páginas que hablen de la personalidad y ánimo que acompañó a Francisca a lo largo y ancho de su vida.
Plantea entonces dar rienda suelta a su imaginación, a su fantasía, para reconstruir, los sentimientos que debió experimentar ella. Ya delinea el título: «La mestiza de Pizarro»; y le agencia un subtítulo: «Una princesa entre dos mundos». Aunque sabe que no es costumbre suya abandonarse a la deriva en los sinuosos valles de la imaginación, en el intento no tuvo que sortear demasiadas adversidades. Dedujo que no es necesario tanto el talento que se le idolatra por todos lados, sino, simplemente lanzarse al ruedo, sin dubitaciones.
Sin embargo, el aura de su padre lo perseguirá por todos lados. Superarlo sabe que no va a poder en el transcurso de sólo una vida. Está seguro que dominio de palabra tiene, casi igual que de lenguaje, pero mucho más cuando los pronuncia, antes que cuando los plasma en el papel. Aún así, el empeño ya estaba consumado.

Febrero, 2003.


lunes, 2 de junio de 2014

Reynoso, listo para ir al cielo

Efímeramente pasó por su ciudad natal uno de los más importantes escritores nacionales, Oswaldo Reynoso. Buscó refrescar pensamientos y recordar experiencias con antiguos conocidos. Como resultado de su peregrinaje dejó particulares regalos de lucidez y enseñanzas dirigidas, especialmente, a la juventud ávida de gustar los sabores y saberes de la palabra, la anécdota y la vida inteligente apasionadamente llevada.




Fue una reconfortante entrevista la que nos concedió este hombre de certeras respuestas, dispuesto a esclarecer amablemente los aspectos que más resaltan de su obra, así como también a precisar algunas inquietudes que pesan sobre la actualidad intelectual. Tuvimos la suerte de aprovechar su visita y brindarle al público arequipeño las apreciaciones de un inigualable representante de las letras nacionales.
¿Por qué su interés literario en la realidad de la adolescencia?
En la literatura peruana hay la tradición de trabajar con personajes jóvenes y, además, las mejores obras que se han escrito sobre la adolescencia se elaboraron cuando los autores vivían esa edad. Entonces son dos aspectos: las mejores producciones; y los personajes, surgen de la inspiración juvenil. El primer caso es por el «complejo Rimbaud». Si uno ve las antologías que se publican encontrará a muchos poetas que después de algunos años ya no persisten, ni publican. Muchos de ellos fueron buenos poetas, pero con el tiempo abandonaron las letras.
En lo que se refiere a la narrativa, igual. Esto se debe a que en nuestro país la literatura no es una profesión, y la persona que se dedica a escribir tiene que acudir a otras ocupaciones para vivir, como la cátedra universitaria, gozar de rentas o conquistar prestigio fuera del país. Esto explica el «complejo Rimbaud».
¿Y sobre la juventud como personaje?
Se ha dado una explicación general: la narrativa se hace a partir de vivencias. En América Latina todas las obras —con excepción de Borges— hablan de una experiencia vital. Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa, parten de situaciones personales. Esto explicaría porqué la mayoría de personajes de la literatura latinoamericana son jóvenes. En mi caso he persistido en mi condición y vocación de escritor a lo largo de toda mi vida y por eso, activé una cotidianeidad y práctica literaria. Los personajes que aparecen en mis novelas parten de esta experiencia vital que se obtiene en la adolescencia.
Además agregaría que hay dos épocas críticas en la vida del ser humano: la juventud, donde el ser humano comienza a sentir transformaciones en su organismo, y la vida y la sociedad lo obligan a tomar decisiones trascendentales. El muchacho no llega a comprender lo que le está pasando, por eso que los más conscientes, sensibles viven al borde del abismo. Pero una vez que se alcanza estabilidad, hay cierta anulación y aparentemente termina esa inestabilidad. Pero esto se rompe al enfrentarse a un mundo desconocido cuando se pasa los 60 años. Aquí viene la otra crisis: «¿Qué es lo que hice? ¿Cumplí todo lo que me propuse? Quiero seguir pero mi vida se acorta...». Por una parte se adquirió sabiduría, pero a esa edad no sirve de nada, por que ya se sufre la tiranía del cuerpo, las enfermedades. Esa crisis fue muy bien expuesta por Goethe en Fausto.
¿Sobre la crisis de la vejez no pensó escribir?
Los narradores estamos detrás de los momentos cruciales, porque para llevar a la ficción a un personaje se tiene que sufrir una situación crítica. No puede ser alguien cotidiano, anodino. Hay literaturas que se abocan a estos personajes, pero los presentan en su estado de desamparo frente al mundo, como la gran obra de Joyce. Pero ahí tiene un sentido más profundo. Mas siempre se escoge la crisis.
Ahora, cuando escribí mi primer libro Los inocentes, no tenía conocimiento de esta segunda crisis, sin embargo aparece un personaje que es la contraparte de los jóvenes. Dentro de En octubre no hay milagros, los personajes mayores sirven como complemento. Pero en mis dos últimas obras: En búsqueda de Aladino, quien habla está por encima de los 60 años; y en Los eunucos inmortales también, donde se asoma la crisis de la soledad. Por eso la literatura latinoamericana parte de lo vivido, no como la europea, que parte de experiencias culturales.
Qué le recomendaría a un joven que quiere escribir.
Tres cosas: en primer lugar leer, porque la literatura es un proceso social. Es una búsqueda de técnicas, estructuras, contenidos, entonces se tiene que conocer lo que otros anteriormente han hecho para no hacer lo mismo. Es como tratar de inventar una bombilla y pasarse la vida haciéndola, cuando ya fue creada. Segundo: escribir. Una persona debe aprender a caminar caminando, un escritor debe aprender a escribir, escribiendo. Muchos jóvenes dicen que primero van a leer y luego escribir, cuando deberían estar intentándolo desde el inicio. Escribir es un oficio que se modela y concibe con la práctica. Tercero: vivir. Tiene que atesorar y sumar vivencias intensas para poder decir cosas valiosas. El escritor tiene que descubrir estructuras, tiene que hallar la poesía de la palabra y sobre todo, la vida misma.
¿A qué lecturas o escritores recurre con frecuencia?
Depende de cómo me encuentre. A veces releo El Quijote, Ulises, o En busca del tiempo perdido. Para mí la literatura es un placer que va cambiando. Aprendí bastante de Cervantes, Joyce y Proust. Recibí muchas influencias. Unas fueron pasivas, cuando se escribe como alguien sin darse cuenta; otras fueron estéticas cuando se es consciente de los gustos y se desarrolla algo más; y otra activa cuando el escritor intenta superar el estilo que le influyó.
¿Y la influencia de Jean Genet?
Sí, me influenció mucho. Sobre todo por ser el primer escritor en usar la jerga en sentido literario. Sartre dice, en un libro que escribió sobre Genet, que la jerga es uno de los lenguajes más poéticos que existe. Y yo la empleo de una u otra forma en mis libros.
¿Alguna vez estuvo seducido por escribir poesía?
Lo primero que publiqué fue poesía. Escribía narrativa y poesía a la vez. Pero ahora escribo verso. En todas mis obras me esmero por brindar un contenido poético. Por eso creo que sigo siendo un poeta, en prosa. Ahora mismo, por ejemplo, estoy escribiendo, pero a veces mis trabajos no configuran una novela. Ya tengo la estructura para una nueva obra.
Usted no publicó mucho en comparación con otros novelistas.
Eso depende del temperamento del escritor. Hay los que tienen una gran fertilidad, publican todo lo que escriben y atiborran con sus libros las librerías. En mi caso soy bastante meticuloso y corrijo mis escritos. Además como ilustración, diré que sigo escribiendo en mi máquina Olivetti desde hace 50 años —principalmente por la musicalidad y el ritmo que oigo en el repique de las teclas.
Cómo fue la anécdota de Los inocentes...
La obra tenía ese título y Scorza me dijo que la iba a editar con la condición de cambiar el nombre a uno más comercial. No acepté porque no encontraba uno de mi agrado. Me rechazó y en el último momento «Lima en rock» llegó a mi cabeza. Le agradó y el libro se editó con ese nombre.
Por qué El escarabajo y el hombre es novela experimental.
La novela tiene tres bloques aparentemente sin conexión. En el primero un joven habla en jerga con su profesor. En el segundo se describe en lenguaje poético la vida de los escarabajos. Y el otro es el dialogo de dos personajes en una carretera. La intención es que a lo largo de la lectura estos tres bloques se iluminen mutuamente.
Sus dos últimas novelas, luego del viaje a China, ¿admiten influencias orientales?
No tanto. Hay personajes chinos pero las historias difieren porque es difícil captar su condición cultural. Ellos tienen otra forma de ver el mundo. Se basan en preceptos absolutamente diferentes a los que nosotros usamos. Yo trato en la novela de expresar eso, nada más.
En sus cátedras, ¿ha encontrado futuros grandes novelistas?
Sí, es posible. Vislumbro gran potencialidad en algunos estudiantes. Hay talleres que permiten ver cómo se desarrollan los nuevos escritores, pero para mí estos son sólo rémoras, porque los que enseñan simplemente explican términos, dan fórmulas; no hay relación personal entre maestro y aprendiz. Hay quienes se guían por modas de análisis e interpretaciones, yo no entiendo. Los escritores deben encontrar su estilo propio a través de la lectura.
¿Hacia dónde cree que va la literatura peruana?
Eso se ve por la realidad del país. En los 10 años de la última dictadura los jóvenes escritores rechazaron toda actividad política por temor. Un muchacho de 25 años no puede negar que siempre estuvo en constante roce con la violencia. Desde pequeño vivió el terrorismo, nació con el trauma de una guerra y cuando quiere escribir se ve influenciado por el miedo, entonces produce una literatura intimista, individualista. Cuando cae la dictadura ya se siente más libre de creación. Ahora hay facilidad de expresión.
¿Cuál es su ideología? ¿Se manifiesta en sus escritos?
Ahí hubo confusión. Una cosa es filiación política y otra filiación ideológica. Yo no pertenezco a la primera. No soy de ningún partido, pero sí tengo una ideología definida. Ser parte de un partido político en cierta forma restringe la libertad y un escritor no debe carecerla.
¿No le parece que omite muchos temas dentro de su literatura?
Antes se hablaba de la novela total donde se tocan una infinidad de situaciones y personajes, pero yo no estoy dentro de esa línea. Mis personajes no son numerosos ni mis temas. Son formas personales de asumir la creación literaria.
¿Como el intelectual debe de afrontar el devenir político y la coyuntura social?
Se mencionó mucho el compromiso del escritor y se creyó que tenía que asumir una dirección política. El escritor debe conservar independencia frente al poder político, debe estar alejado del partido y del gobierno. Lo que no significa que se carezca de posición ideológica. La mía es socialista, a favor de los pobres. Yo escribo para todos pero, para mí, prefiero que los pobres me lean; por eso abarato los costos de mis libros.
¿Pretende aleccionar a los pobres a través de su literatura?
No. Siempre se ha creído que cuando se escribe para las clases económicamente bajas se les debe alcanzar un mensaje, como si lo pobres no tuvieran derecho al goce estético. Todos necesitan cosas bellas. Y los gobiernos que quieren hacer una política cultural deberían administrar museos, bibliotecas, editoriales, conceder premios e incentivar. ¿Qué cultura pueden dirigir los actuales gobernantes si disminuyen los presupuestos de esta?
¿Cuál novela suya le agrada más?
Considero que solamente escribí una novela con diferentes capítulos y personajes. Todo lo que escribí conforma una sola obra.
¿Se siente satisfecho con su producción y con lo que ha hecho hasta ahora de su vida?
No me arrepiento absolutamente de nada de lo que he escrito, ni de nada de lo que he vivido. Estoy listo para irme directo al cielo. Y sé que me van a recibir, (risas).


Octubre, 2002.