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viernes, 23 de mayo de 2014

Sesquicentenario de su nacimiento

Martí, entre letras y fervor

El poeta, político y mártir cubano, la figura más relevante y simbólica de la historia de su país, conmemora ciento cincuenta años de su natalicio. Personajes como José Martí libertaron países y a la par construyeron pilares literarios que aportaron a la humanidad alicientes de paz y belleza, a favor de la espiritualidad de todos aquellos que se les aproximan.


Uno puede dedicarse a lo que más le gusta. O puede desarrollar en este mundo lo que en realidad está destinado a hacer. Para la elección de las actividades que llevará a cabo en el transcurso de su vida —cuando se trata de gustos—, tiene gran influencia el talento. Darle con todas las fuerzas a lo mejor que uno hace por disposición natural, luego delinear caminos, fraguar estilos, y solidificar aquella vena interior hasta hacerla dócil e igualmente férrea.
Pero cuando alguien está destinado a otras actividades, más nobles y elevadas que las que su talento a simple vista decreta (actividades que engloban la paz y la felicidad de mucha gente), la consumación de aquellas faenas duplicarán cualquier motivo de elogio y reforzarán las palabras de entusiasmo y reconocimiento que sean posibles conducirles.
Ése es el caso del gran poeta, a la vez político y escritor, a la vez orador y leal conspirador por las causas de la independencia de su patria, que fue José Martí. Pues la confluencia de diversos caudales, valores y pasiones, albergados en un solo hombre —que reflejó en su corta pero profunda existencia la totalidad de sentimientos de un continente, como las ansias de libertad, dignidad, desarrollo y futuro—, demuestran rigurosamente la grandeza de un patriota e inigualable hombre de letras, como sólo José Martí puede ilustrar.


SU VIDA

Desde muy temprano aprovechó las enseñanzas del también poeta cubano, Rafael María Mendive, que con bastante visión supo encontrar en el joven e impetuoso Martí la tremenda capacidad de hilar versos y disponer flores de contemplación. Así que se encargó de fortalecer su espíritu, crearle un gran amor por las artes, la ciencia y las letras, y dejarle hondamente clavado en su interior la huella del ideal.
Por eso mismo buscó resultados ya, en pos de la liberación de su pueblo. Y en el camino fue deportado, castigado y luego desterrado. Después de todo, cuando vivía en España, gracias a su sanción, consiguió ampliar su cultura, licenciándose en Derecho y en Filosofía y Artes, ampliando así su campo de visión, luchando desde entonces con mayor convicción por la materialización de sus anhelos.
Es entonces cuando comienza a cimentarse su hálito de eterno viajero, peregrinando por toda América, conspirando cada vez con mayor decisión a favor de la liberación de su pueblo. Hombre de talante impetuoso, de pensamientos políticos fuertes y habla vigorosa, orador fértil y de lenguaje claro, Martí podía inducir a las multitudes más escépticas a tomar las lanzas de la insurgencia, a convencerse de la victoria por más inverosímil que parezca. Luego ejerció la docencia en varios países, se inspiró de diversas realidades existentes en el continente, para después, con su propia pluma, redactar los manifiestos teóricos de la revolución que se estaba gestando.
Se agrupa a otros revolucionarios, entre ellos Máximo Gómez, con el que redacta el Manifiesto de Montecristi, y con todo el apoyo de EE. UU. desembarca en su tierra natal con un ejército dispuesto a vencer a los españoles y a acabar con la dominación que de casi tres siglos su pueblo era presa. En la acción de Dos Ríos, con el ímpetu de una victoria en ascuas, en el descuido fue alcanzado por una certera bala que cegó su vida en plena madurez y en la posesión de todo su talento. Un poco de plomo acabó con la vida de un hombre rebelde, que nunca se subyugó frente al más fuerte, y que demostró impenitentemente la terquedad de todo hombre que combate por la cristalización de sus fines.
Sus tropas lo tomaron como símbolo de la revolución y lucharon con su nombre a la cabeza, fue la bandera, el eslogan a partir de entonces, convirtiéndose así en el caudillo más cimero en la historia de su país. Su pueblo pocos años después conseguiría, bajo la protección de su nombre, la emancipación del yugo español.


SU OBRA

Si se escribe diferente, se producen sensaciones diferentes. Sensaciones novedosas conducen a actitudes desacostumbradas. Con las innovaciones de Martí se planteó un nuevo modo de enfrentar la vida, entre lucha, ímpetu, insumisión y constante búsqueda de la independencia, del sueño que supo perseguir a mansalva día y noche, con tal de conquistarlo. Ahí está el valor incalculable de Martí, con su verso diáfano, encandiló multitudes.
José Martí fue antes que nada un poeta, un renovador poeta, de los más importantes que hubo hasta hoy en Latinoamérica. Pues su disertación literaria no se caracterizó por fortalecer sus opiniones políticas, por estar en paralelo con lo que el personaje cosmopolita sustentaba frente a los demás. Como él mismo decía: «El hombre debe mantener un compromiso con la historia, y la poesía debe ser una afirmación de dichos compromisos y no una alternativa a la lucha política».
Sus poemas reflejan una transición entre el romanticismo y el modernismo. En este caso se adelantó al movimiento que fuera concitado y provocado por Rubén Darío, el mismo que pregonaba una estrecha admiración por su obra, por poemas como este famosísimo, incluido en su libro Poemas Sencillos:

       Yo soy un hombre sincero
       De donde crece la palma,
       Y antes de morirme quiero
       Echar mis versos del alma.

Pues a Rubén Darío, que a parte de calificarlo como «escritor único» nos dijo que: «La sencillez de Martí es de las cosas más difíciles». Porque en palabras propias del famoso nicaragüense, afirmó que el cubano detentaba una: «Prosa profusa, llena de vitalidad y de color, de plasticidad y de música».

       Yo vengo de todas partes,
       Y hacia todas partes voy:
       Arte soy entre las artes,
       En los montes, monte soy.

O lo que afirma igualmente Gabriela Mistral: «La sencillez de Martí no es nunca primaria, es decir, facilidad de primer plano y ahorro de hondura... Esta sencillez nada tiene de simple». No hay más difícil que hacer bien lo sencillo.
Martí fue la unión de dos personajes en uno. Por su naturaleza sumamente romántica en su juventud su destino estaría marcado para ser un hombre de versos, con la sensibilidad que predica con esperanza y fe hacia las acciones a llevar a cabo. Mas, por su formación intelectual y comprometida con su pueblo, con su continente, la pasión del hombre vehemente se expresó en todas las demás acciones que realizó. Desde sus afiebrados discursos a sus ensayos políticos, el hombre social fue el que ganó más fama antes que el poeta. Sin embargo el tiempo es el que se encargó de rescatarlo por su poesía por encima de toda acción apasionada, sin desmerecer la exaltación.

Enero, 2003.


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