Arequipa
decide morir
Los
libros más leídos son los que propugnan acuciosamente la salvación de los
hombres y el mejoramiento del alicaído modelo de vida en que la gente se halla
sumergida. Estos pretenden una lectura destinada, simplemente, a rescatar del
naufragio existencial a aquellas extraviadas mentes de una población que, al
parecer, perdió la costumbre de deleitarse con la buena escritura.
La literatura parece haber agotado los
recursos seductores que los grandes escritores se esforzaron en otorgarle; ha
secado las fuentes que ofrendaban a la humanidad esa necesidad filantrópica por
mejorar y por luchar contra la desaprensión y la inseguridad. Fue vencida por
el simplismo (lo que no incluye a la sencillez) de manuscritos livianos,
vaporosos, que sólo buscan, antes que nada, vender instantes de irreal sosiego
al mejor postor, con el fin de apaciguar inactuales demonios internos.
Problema grave que reduce el aire a la
abstracción de la lectura, y la emponzoña: que los mismos lectores busquen una
férrea razón para leer, y exijan un beneficio. Si no, se podría decir que —en
momentos de utilidades absolutas, donde todo está sujeto a una ganancia— la
original función de la lectura falleció, o en el mejor de los casos, resultó
disminuida, solamente.
Pues el carácter de inutilidad de la
lectura ennoblece hondamente al que lee por placer, y en su mismo placer
encuentra resultados, profundos e indiscutibles. No como el vulgar, que
persigue fines, pretende posiciones, simula atenciones y nada más. Estos
meritoriamente merecen el olvido y abandono de cualquier idea. Merecen sólo un
débil acercamiento al mundo de los pensamientos, quizá un poco de conocimiento,
pero la facultad de pensar por sí mismos, tan descuidada, les será siempre
vedada. Que la paz los acompañe, que en paz descansen...
Por otra vía camina la inautenticidad:
creerse los lectores empedernidos e impenitentes, que comúnmente persiguen el
Nobel y quién sabe qué otros infortunios. Cuando sólo se demuestra pronunciados
visos de esnobismo, de máscaras y ocultismo... «que en el umbral del aquelarre, se sienten y lloren», por favor.
Mas no disgreguemos. La falta de
autoestima, el pilar de todo acontecimiento colindante con el filo del vacío.
Entonces, ¿qué mejor que ojear unos cuantos textos sencillos y amenos? Si nos
facilitarán ego, nos harán sentir mejor, creernos que poseemos lo que en
sustancia no tenemos. Aquí la formula que podría reducir la ecuación entre
estas variables sumamente constantes:
Ego - autoestima = libro
autoayuda - S/.
Sin embargo, en un intercambio de
factores —la más sencilla operación algebraica—, la ecuación resultaría:
Ego + S/. = libro autoayuda +
autoestima
Pero, sin pecar de decadentismo ni
pesimismo, la exagerada compra de libros de autoayuda revela los reducidos
niveles de aprecio que la población reconoce en sí misma, un factor más por
donde se puede comprobar los problemas educacionales del Perú y en este caso,
como simple ejemplo, Arequipa.
Todos quieren verse otros, cambiar lo que
les tocó vivir. Estos libros además, de por sí, crean insatisfacción. Que la
relación cuerpo / alma se unifique hasta alcanzar Uno; que aprenda cómo luchar
contra la vejez, y ser joven todo el tiempo (cuando en realidad alguien
mientras más viejo, superior); cómo alimentar su alma, para que no muera de
hambre (pues seguramente hasta el alma se extravió); o sepa cómo seguir sus
sueños y escuchar su yo interior mientras duerme (ya ni dormir dejan).
E inclusive las grandes editoriales que
publican libros decentes se aprestan a dar cabida a esta clase de manuales. Con
tal de vender se pierden cosas más importantes que los valores, ya no hay en
quién confiar.
«No publicar libros superfluos», dijo el
filósofo. Al parecer da placer no atender las sentencias máximas de los que
supieron caminar con la razón. El comercio por encima de todo, la demanda, la
gran culpable. ¿Cuándo los comerciantes tomaron por asalto las editoriales y se
apoderaron de lo más valioso? Los libros establecen el palpitar cultural de
toda una localidad, y si son los que se leen aquellos que subestiman el
intelecto, la resignación será el único aliciente para el que aún futuro tiene.
Ejemplares meritorios poco se adquieren.
A no ser por los que gozaron del abaratamiento de sus respectivas editoriales,
la catástrofe intelectual de inicio de milenio hubiera sido insalvable.
Mientras tanto la gente continúa
exigiendo lo más llano. Lo reclama a improperios, y denigra al que complica las
cosas o intenta hacerlas por otra senda que no sea la de la ofuscación del
facilismo... Los libros más leídos no siempre son los más comprados. Esperemos
que este sea el caso.
Enero,
2003.
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