¿Biografía
novelada? ¿Novela autobiográfica? ¿Remembranzas adornadas de hechos inauditos?
¿O simplemente la exposición de la más pura realidad? ¿Dónde se separa la
narración formal de la narración poética? Difícil de definir, pues cualquiera
de estas posibilidades enmarca la probable última entrega del escritor
latinoamericano más famoso de todos los tiempos, Gabriel García Márquez.
La mejor forma para llevar a cabo un
homenaje no es desde la posición de abajo arriba que determinan las rodillas.
Mucho más equivocado sería intentar hacerlo desde las alturas. La línea que
vincula al gran hombre con su respectivo biógrafo deberá tener como referencia
el horizonte. Es decir, que el trato debe ser casi de igual a igual. Casi,
puesto que al evaluar los talentos nunca se obtendrá el mismo resultado...
Gabriel García Márquez lanzó su nuevo
libro por todo lo alto. El lugar de estreno fue ni más ni menos que el panorama
intelectual del mundo entero. No hay ciudad medianamente culturizada que no
goce de tal privilegio. Como todos lo saben el libro se llama: «Vivir para
contarla», y ya se encuentra a la venta en todas las librerías del orbe. El
precio además es económico, para combatir la piratería.
Para empezar el homenaje deben hacerse
las aclaraciones entre el simple adulador y el sencillo redactor que reconoce
virtudes y recuerda defectos. Con frecuencia si estos últimos no existen a
simple vista, o son difíciles de encontrar porque el temor a derrumbar iconos
está muy esparcido, o no hay un conocimiento adecuado del autor. En tal caso no
habrá método posible para perfilar la verdadera cara del artista...
En la obra del Gabo sus memorias se
confunden, para variar, entre el realismo y lo que con un trato posiblemente
demasiado literario conforma la fantasía. Exactamente su reciente producción
conlleva lo que recuerda que vivió, y nos lo presenta de la forma en que está
acostumbrado a narrar; que será evidentemente dentro de una forma de ilusión,
espejismo o al final de cuentas, amplia literatura, tan acostumbrada y esperada
en él.
Aunque como le sucede a todo el mundo que
no se escapa de ser humano —sobre todo los artistas—, siempre habrá
deficiencias que se esparcirán por lugares que ni siquiera uno alcanza a darse
cuenta. Si aquellos errores son de orden literario (únicos para ser tratados,
lo que es peor para el escritor) podrán ser explotados en contra del propio
autor, podrán ser recordados y difundidos...
Arequipa recibe con mucha acogida la
probable última obra del Gabo. De cumplirse esta posibilidad funesta a más de
uno se le saldrían las lágrimas. En casos de intelectuales honestos la
conmoción simplemente sería muy profunda, reflexiva. Pues la pérdida de una
mente creativa le causa a cualquiera mucho dolor. Porque hay gente que
verdaderamente no se repite.
En el caso de la confrontación de ideas,
hay lectores que encuentran deficiencias, lugares comunes o repeticiones
frecuentes, (evidentemente, pasando por alto la labor de los editores). Para
los escritores, esta actitud de lucha les ensuciaría la imagen de escritor
intachable. Pues un supuesto genio de las letras no puede demostrar falencias
para que luego sean discutidas. Pero no, por el contrario, de la discusión se
obtendrá el más recomendable enriquecimiento. Pues no hay mejor resultado que
aumente la singularidad del escritor que el choque de posiciones, de temas y
gustos...
Para los intelectuales arequipeños, las
sensaciones que perciben sobre esta nueva entrega del Gabo, son muy variadas.
Desde el entusiasmo más remarcado hasta la paciente espera. Por ejemplo el
cuentista Pablo Nicoli Segura, sostiene que «no se muere por conseguir el libro
en el tiempo más inmediato», puesto que «tiene lecturas para rato que lo
acompañan siempre, así que mientras continúe leyendo, su espera no se
desespera». Pablo prefiere los cuentos antes que las grandes obras del Gabo,
terminó acotándonos en su frecuentado local de La Casona del Libro.
Cuando se reconoce a un personaje ilustre
a través del tiempo, se le califica inmediatamente de singular, impar. Pero por
dicha calificación no se deberá considerar al personaje nunca una leyenda,
decir que el autor en cuestión sea la perfección andante. Porque al hablar de
deficiencias, hasta Mozart, Dostoievski o Miguel Ángel las presentan. Aunque
éstas, fuera o no de las producciones que se llevan a cabo, la mayoría de los
casos se desarrollan alrededor de la propia vida o biografía, y no dentro de la
obra...
A don Tommy Ramírez Rodríguez, dueño de
la librería Aquelarre —una de las que cuenta con mayor tradición en nuestra
localidad—, García Márquez le parece, a parte de ser muy respetable, un autor
de lectura casi obligatoria, siendo sus novelas lo que más aprecia. Don Tommy
Ramírez espera leer el libro cuando éste ingrese a su interminable agenda de
lecturas. Más bien él no deja de interesarse además por las producciones
locales que se realizan en esta ciudad.
El despliegue mercadotécnico de «Vivir
para contarla» es uno de los más grandes que se hallan llevado a cabo por libro
alguno. Toda la publicidad que abarca casi el total de los medios desde hace
más de seis meses hace que las ganas por comprar el ejemplar se redoblen.
Aunque lamentablemente parece que las compras superarán a las lecturas; como
siempre ocurre, son muchos los libros que se llevan a casa y pocos los que
culminan leyéndose...
García Márquez es un autor clásico, que
para muchos otros escritores significaba un muro alto que rebasar. Leerlo y no
comprenderlo sería dar el primer paso fijo para el desamparo intelectual, como
alguna vez llegó a pensar el escritor Helbert López Calderón, que más bien,
luego de apreciar toda la obra del colombiano, encontró un incentivo
inigualable para dedicarse con el arrojo de un mariscal de campo a las letras,
escribiendo y publicando, como es debido.
Es frecuente hacer la comparación del
mítico Macondo con la ciudad olvidada en que cada uno de los demás se
encuentra. Sea del país que uno sea, imaginar el cambio a veces es necesario.
Porque la realidad en que nosotros vivimos al final quisiéramos que se torne en
ilusión, algo diferente. Desear que en cualquier momento despertemos, que todo
no ocurrió y todavía hay oportunidad de hacer bien las cosas. Para esperar la
salvación de una vida de penurias reforzada por la fantasía...
Gabriel García Márquez tuvo un bajón que
lo alejó de las letras, de los lapiceros y de las librerías por más de ocho
años. La enfermedad cancerígena no le permite seguir con su labor de escritor
que sueña mundos, inventa sensaciones y recrea las pasiones que en el fondo
están ocultas en el interior del pueblo latinoamericano. Pues todos nosotros
una vez juntos (ilusiones, temores, alegrías y desdichas), reproduciríamos el
sentir y las fácilmente reconocibles letras del Gabo...
Y el tono de desgano sólo sirve para
desplegar un homenaje más apegado a la tierra, pues las palabras ampulosas,
frenéticas y explosivas deberían quedarse cerca de los fuegos artificiales.
Otros son los fanáticos que exageran las virtudes, las multiplican y elevan al
cuadrado, tal vez para ocultar algún agujero que quedó sin tapar, como es
debido. García Márquez libre está de todo lo dicho.
Porque al final de cuentas sus libros son
muy buenos, los errores no existen, su obra, queramos o no, es de las mejor
elaboradas en Latinoamérica y el mundo entero: rica, vasta y fantástica. Y es
difícil negar que pocos hayan sido influidos por el escritor colombiano y por
sus libros. Libros multifacéticos, cuentos fantásticos, novelas increíblemente
desconcertantes. No olvidando recordar la férrea labor periodística que realizó
a través de muchos años, de incontables generaciones. García Márquez:
Latinoamérica: la pasión de la escritura.
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