Explosiva
visión del cosmos
Obsequiando
su primer concierto masivo en Arequipa, Rafo Ráez, creativo cantautor, cubrió
con creces el saldo que implícitamente nos debía; sosteniendo antes una nutrida
tertulia, entre lozanos adjetivos y centradas apreciaciones, en la que
reprodujo una panorámica y muy consciente visión de la coyuntura, certificando
así su afilada lucidez, a prueba de balas.
La noche ya estaba algo tarzán.
Lateábamos en la tocada esperando a Rafo Ráez mientras escuchábamos la buena música
de este concierto, planeado por los organizados jóvenes de AQP Verde, a la
posta de su campaña ecológica —con la que el invitado de honor obviamente
coincidía. Muchas voces se juntaban alrededor de Rafo, y caleta nomás, apenas llegó,
nos fuimos a un lado para no hacer mucho roche. La conversa en un santiamén ya
estaba enarbolada.
De inicio, una funesta
anécdota, impedía la fluida articulación de oraciones. La primera venida a
Arequipa no fue muy memorable que digamos y la cosa se echó a perder por un buen
tiempo. Aclarada su larga ausencia, pasamos a los orígenes. Músico-antropólogo,
que no desmerece su preparación en San Marcos, detalla los puntos que encuentra
entre su profesión y la música. «La antropología traduce ideas sobre el hombre,
lo que la música practica por analogía, ambas son pues un asunto de
comunicación.»
Un ratón después el frío hería
hasta los huesos, entonces decidimos hablar de temas igual de lastimeros. ¿La
política? «Simplemente la consecuencia de la ambición por el poder, ni más ni
menos. Nace de acuerdo a la organización; un asunto de sobrevivir y no vivir:
voluntad política.» ¿Y el actual presidente del Perú? «Sus peores enemigos
están en su propio partido; como político torpe que es, no sabe rodearse de
gente idónea...»
Harta canchita para comer sobre
el tema, nuestra pregunta plural atacó al impuesto contra el arte. «Los
políticos ven al arte como un trabajo más, y no explotan su potencial valor como
industria. Sin sistema legal de pequeña industria cultural, que promueva con
decisión la producción local tanto pequeña como grande, jamás se va a poder
hablar de cultura en este país.» Así pues, entre tanto certero disparo, quién
se atreve a tirar la primera roca para definir qué es cultura y que no. ¿Quién
se manya capaz de exonerar lo que cuenta y lo que no? Mejor no nos hagamos
paltas.
¿Y de sí mismo, qué? ¿Qué hará
en busca de las fichas que a todos nos faltan? Rotundamente se quedará, y no
Grammy, no premios ni nada, eso no me interesa. No migrará al extranjero para
‘lavarle la ropa a nadie’. Su éxito está aquí. «Es algo que tiene que ver con
el lenguaje: yo compongo para que me escuche y entienda un peruano, aunque mi
música puede gustar a gente de otras culturas, yo me dirijo a la gente de este país.»
Su misión se orienta con la historia del Perú profundo.
Una fémina voz apunta: ¿Eres tú
parte de la historia? «Claro, mientras me sienta útil. Aunque no queramos
formamos parte de la historia.» Rafo, con el cacharro sonriente, afirma
convencido nuevamente: «En cualquier parte del globo puedo sentirme útil,
mientras siga componiendo discos tan buenos: ¿para qué urdir una falsa
modestia? Pero eso prefiero hacerlo en mi país.» Bien dicho, compositor.
Las seis puntas que solapa
parlábamos con Rafo a la par indagamos el proceso de gestación de sus discos:
«Nunca hay un programa, y menos una fórmula, las canciones brotan con naturalidad
hasta que configuran un disco». Lo que sigue es otro cantar, entre patas, a
modo de pases, van haciendo el disco, un trabajo en equipo, y luego, listo para
difundirlo. «Para mí, manufacturo un disco genial cuando se parece a los discos
geniales que conozco; no copio, pero sí sé cuándo causo intensas sensaciones.»
Objeto estremecedor es el
disco, según Rafo. Al que le da tonos ácidos y humorísticos, para que estos
resulten mejor que él. «Es mi proceder para exponer cómo me gustaría ser, pues
defectos todo el mundo cultiva.» Y, caballeros, recuerda haber cometido muchos,
de diferentes facturas y calañas: herido gente, metido la pata... muéstrame la
figurita y fácil que yala.
Considera su mejor trabajo
«Camisa», donde casi no percibe errores. Nunca hizo algo hasta el cien, pero
siempre hay fallas que se filtran. «Camisa es como una película, impecable película, que no tiene baches al paso de
canción a canción: es como estar en un tour.» Y todos borramos con ese tour. Y
eso que aún no alucinábamos su desenvolvimiento en el concierto.
El frío se sublevaba contra
nosotros, entonces nuevamente volvimos a la coyuntura, en esta chance alrededor
de todo el charco. «Bush actúa ahora como un dictador, ha dado un golpe de
Estado a todo el mundo, y nosotros sin darnos cuenta. Es que mucho tiempo hemos
estado callados, y no entendíamos lo que pasaba. Todo inicia con el auto
atentado de las Torres Gemelas. Igual que el Imperio Nazi, recurren a los mismos
artilugios.» Pucha, que sabe lo que dice. «Y el golpe de estado [más parece un
mazazo], hace dos o tres meses, avala una guerra civil que a su vez financia el
terrorismo. En Irak se entiende hoy un “manifiesto”, como en años anteriores...»
Pero para no terminar con mal
sabor de boca, de olisquear tanta infeliz realidad, extraemos su relación con
los jóvenes poetas limeños, que lo buscan y solicitan su apreciación con reverencia.
Como Vallejo y Watanabe, igual de exigente con sus letras... luego lo vemos
trepar al escenario, decidido a no ser el mismo en cada explosión, esforzándose
por abrazar todos los estilos, para diferenciarse de su yo íntimo, va con su propia
voz, una plural voz, con la que nunca será repetitivo. Pues en él no todo es
precario.
Julio,
2003.