Martí,
entre letras y fervor
El
poeta, político y mártir cubano, la figura más relevante y simbólica de la
historia de su país, conmemora ciento cincuenta años de su natalicio.
Personajes como José Martí libertaron países y a la par construyeron pilares
literarios que aportaron a la humanidad alicientes de paz y belleza, a favor de
la espiritualidad de todos aquellos que se les aproximan.
Uno puede dedicarse a lo que más le
gusta. O puede desarrollar en este mundo lo que en realidad está destinado a
hacer. Para la elección de las actividades que llevará a cabo en el transcurso
de su vida —cuando se trata de gustos—, tiene gran influencia el talento. Darle
con todas las fuerzas a lo mejor que uno hace por disposición natural, luego
delinear caminos, fraguar estilos, y solidificar aquella vena interior hasta
hacerla dócil e igualmente férrea.
Pero cuando alguien está destinado a
otras actividades, más nobles y elevadas que las que su talento a simple vista
decreta (actividades que engloban la paz y la felicidad de mucha gente), la
consumación de aquellas faenas duplicarán cualquier motivo de elogio y
reforzarán las palabras de entusiasmo y reconocimiento que sean posibles conducirles.
Ése es el caso del gran poeta, a la vez
político y escritor, a la vez orador y leal conspirador por las causas de la
independencia de su patria, que fue José Martí. Pues la confluencia de diversos
caudales, valores y pasiones, albergados en un solo hombre —que reflejó en su
corta pero profunda existencia la totalidad de sentimientos de un continente,
como las ansias de libertad, dignidad, desarrollo y futuro—, demuestran
rigurosamente la grandeza de un patriota e inigualable hombre de letras, como
sólo José Martí puede ilustrar.
SU
VIDA
Desde muy temprano aprovechó las
enseñanzas del también poeta cubano, Rafael María Mendive, que con bastante
visión supo encontrar en el joven e impetuoso Martí la tremenda capacidad de
hilar versos y disponer flores de contemplación. Así que se encargó de
fortalecer su espíritu, crearle un gran amor por las artes, la ciencia y las
letras, y dejarle hondamente clavado en su interior la huella del ideal.
Por eso mismo buscó resultados ya, en pos
de la liberación de su pueblo. Y en el camino fue deportado, castigado y luego
desterrado. Después de todo, cuando vivía en España, gracias a su sanción,
consiguió ampliar su cultura, licenciándose en Derecho y en Filosofía y Artes,
ampliando así su campo de visión, luchando desde entonces con mayor convicción
por la materialización de sus anhelos.
Es entonces cuando comienza a cimentarse
su hálito de eterno viajero, peregrinando por toda América, conspirando cada
vez con mayor decisión a favor de la liberación de su pueblo. Hombre de talante
impetuoso, de pensamientos políticos fuertes y habla vigorosa, orador fértil y
de lenguaje claro, Martí podía inducir a las multitudes más escépticas a tomar
las lanzas de la insurgencia, a convencerse de la victoria por más inverosímil
que parezca. Luego ejerció la docencia en varios países, se inspiró de diversas
realidades existentes en el continente, para después, con su propia pluma,
redactar los manifiestos teóricos de la revolución que se estaba gestando.
Se agrupa a otros revolucionarios, entre
ellos Máximo Gómez, con el que redacta el Manifiesto de Montecristi, y con todo
el apoyo de EE. UU. desembarca en su tierra natal con un ejército dispuesto a
vencer a los españoles y a acabar con la dominación que de casi tres siglos su
pueblo era presa. En la acción de Dos Ríos, con el ímpetu de una victoria en
ascuas, en el descuido fue alcanzado por una certera bala que cegó su vida en
plena madurez y en la posesión de todo su talento. Un poco de plomo acabó con
la vida de un hombre rebelde, que nunca se subyugó frente al más fuerte, y que
demostró impenitentemente la terquedad de todo hombre que combate por la
cristalización de sus fines.
Sus tropas lo tomaron como símbolo de la
revolución y lucharon con su nombre a la cabeza, fue la bandera, el eslogan a
partir de entonces, convirtiéndose así en el caudillo más cimero en la historia
de su país. Su pueblo pocos años después conseguiría, bajo la protección de su
nombre, la emancipación del yugo español.
SU
OBRA
Si se escribe diferente, se producen
sensaciones diferentes. Sensaciones novedosas conducen a actitudes
desacostumbradas. Con las innovaciones de Martí se planteó un nuevo modo de
enfrentar la vida, entre lucha, ímpetu, insumisión y constante búsqueda de la
independencia, del sueño que supo perseguir a mansalva día y noche, con tal de
conquistarlo. Ahí está el valor incalculable de Martí, con su verso diáfano,
encandiló multitudes.
José Martí fue antes que nada un poeta,
un renovador poeta, de los más importantes que hubo hasta hoy en Latinoamérica.
Pues su disertación literaria no se caracterizó por fortalecer sus opiniones
políticas, por estar en paralelo con lo que el personaje cosmopolita sustentaba
frente a los demás. Como él mismo decía: «El hombre debe mantener un compromiso
con la historia, y la poesía debe ser una afirmación de dichos compromisos y no
una alternativa a la lucha política».
Sus poemas reflejan una transición entre
el romanticismo y el modernismo. En este caso se adelantó al movimiento que
fuera concitado y provocado por Rubén Darío, el mismo que pregonaba una
estrecha admiración por su obra, por poemas como este famosísimo, incluido en
su libro Poemas Sencillos:
Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Pues a Rubén Darío, que a parte de
calificarlo como «escritor único» nos dijo que: «La sencillez de Martí es de
las cosas más difíciles». Porque en palabras propias del famoso nicaragüense,
afirmó que el cubano detentaba una: «Prosa profusa, llena de vitalidad y de
color, de plasticidad y de música».
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
O lo que afirma igualmente Gabriela
Mistral: «La sencillez de Martí no es nunca primaria, es decir, facilidad de
primer plano y ahorro de hondura... Esta sencillez nada tiene de simple». No
hay más difícil que hacer bien lo sencillo.
Martí fue la unión de dos personajes en
uno. Por su naturaleza sumamente romántica en su juventud su destino estaría
marcado para ser un hombre de versos, con la sensibilidad que predica con
esperanza y fe hacia las acciones a llevar a cabo. Mas, por su formación
intelectual y comprometida con su pueblo, con su continente, la pasión del
hombre vehemente se expresó en todas las demás acciones que realizó. Desde sus
afiebrados discursos a sus ensayos políticos, el hombre social fue el que ganó
más fama antes que el poeta. Sin embargo el tiempo es el que se encargó de
rescatarlo por su poesía por encima de toda acción apasionada, sin desmerecer
la exaltación.
Enero,
2003.